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Xi Jinping Partido Comunista China

Xi Jinping se dirige en el Gran Salón del Pueblo a los miembros del Partido Comunista ChinoAFP

20º Congreso del Partido Comunista Chino

Xi Jinping o el ascenso del «hombre ideológico»

El objetivo de Xi Jinping es que China se convierta en la principal potencia asiática y mundial en 2049

Este 16 de octubre, el Partido Comunista Chino (PCCh.) comienza su 20º Congreso Nacional, la asamblea de más alto nivel y más importante de los dirigentes políticos del gigante asiático.

En este próximo Congreso, se revalidará el tercer mandato del presidente chino Xi Jinping como secretario general del partido en un momento de alta tensión geopolítica y profunda incertidumbre mundial.

La continuidad del gobierno de Xi significa que es poco probable que Pekín cambie drásticamente sus políticas: tras una década en el poder, una vez revalidado en el mando, se espera que Xi incremente su asertividad en la política interior y exterior de China.

La tensa relación bilateral con Estados Unidos; el punto de vista de Pekín sobre las relaciones entre el Estado y el mercado; su uso de la coerción hacia Taiwán; su alineación estratégica con Moscú; su presencia invasiva en el Indo Pacífico y su enfoque de la política económica, seguirán los mismos derroteros, pero, tal vez, con una mayor decisión.

La puesta en escena del próximo Congreso el partido único tratará de mostrar que el PCCh. se mantiene firme y unificado bajo Xi Jinping con el objetivo de transformar a China en la gran potencia socialista que alcance el primer puesto en la hegemonía mundial.

El control de Xi sobre las instituciones políticas, económicas y de seguridad de China es formidable, y sus planes declarados para el futuro de China son numerosos y detallados. Peligrosos, sin duda, para Occidente en esta nueva fase de «riesgo catastrófico».

Ambiciones globales

Xi ha promovido, en los últimos cinco años, sus grandes ambiciones globales y hacía adentro ha implementado represión y abierto una senda de crecimiento económico anémico. Su agresividad en la región le ha propiciado el descenso del prestigio mundial, pero, sin duda, ha ganado seguidores en aquellos países que quieren escapara de la hegemonía Occidental y la agenda globalista.

Xi asumirá su tercer mandato como secretario general del PCCh. y presidente de la Comisión Militar Central del Ejército Popular de Liberación (EPL). Este hecho marca formalmente el fin del esfuerzo post-Mao para limitar el poder de un líder individual.

Recordemos que, en 1956, durante el Octavo Congreso del Partido, se suprimió el Pensamiento Mao Zedong (quien había consagrado la ideología del líder revolucionario) de los estatutos del partido. Lo que supuso un revés temporal para Mao tras una serie de errores políticos.

China entra en un período de pronunciada incertidumbre, impulsada por el probable gobierno de duración indefinida de un autócrata

Xi ya abolió los límites de mandato para el cargo de la presidencia china en marzo de 2018.

China entra ahora en un período de pronunciada incertidumbre, impulsada por el probable gobierno de duración indefinida de un autócrata. Algunos observadores atribuyen a Xi el título de «gobernante vitalicio», éste es sólo uno de los posibles resultados a partir de este Congreso.

Para muchos analistas Xi Jinping no sólo supone un retroceso a la era de Mao sino una vuelta al «hombre ideológico». Xi combina la pureza ideológica con el pragmatismo tecnocrático. Sus mensajes ideológicos, por abstractos que sean, están teniendo profundos efectos en el mundo real y en la política exterior. Con Xi, la ideología dirige la política.

El impulso de Xi hacia la política leninista y la economía marxista ha ido acompañado de la adopción de una forma de nacionalismo cada vez más enérgica, alimentando una asertividad en el exterior.

Primera potencia en 2049

El concepto de «gran rejuvenecimiento de la nación china» se ha convertido en la pieza central de la visión nacionalista de Xi. Su objetivo es que China se convierta en la principal potencia asiática y mundial en 2049.

Las creencias ideológicas de Xi han tratado de construir un sistema internacional alternativo, anclado en el poder chino y no en el estadounidense. Un nuevo orden que refleje normas coherentes con los valores marxistas-leninistas.

Por esa razón, China ha presionado para eliminar de las resoluciones de la ONU toda referencia a los derechos humanos universales y ha creado un nuevo conjunto de instituciones internacionales centradas en China, como la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras y la Organización de Cooperación de Shanghái, para rivalizar con las dominadas por Occidente y acabar sustituyéndolas.

Las tecnologías de vigilancia contemporáneas le permiten controlar la disidencia de un modo que Mao y Stalin apenas podían imaginar

A nivel interno, Xi se enfrenta a pocas vulnerabilidades políticas. Es posible que algunos sectores de la sociedad china empiecen a rebelarse ante el aparato cada vez más represivo que ha construido. Pero las tecnologías de vigilancia contemporáneas le permiten controlar la disidencia de un modo que Mao y José Stalin apenas podían imaginar.

Por ejemplo, Xi considera que las instituciones occidentales destinadas a equilibrar a China, como la Cuadrilateral (el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, un acuerdo de cooperación estratégica entre Australia, India, Japón y Estados Unidos) o el AUKUS (un acuerdo de defensa que vincula a Australia, el Reino Unido y Estados Unidos) le son hostiles desde el punto de vista estratégico y previsibles desde el punto de vista ideológico.

Su antagonismo es agresivo, y presenta nuevas formas de «lucha» política, ideológica y militar para hacerlas retroceder. En su visión marxista-leninista, la victoria final de China está garantizada porque las fuerzas profundas del determinismo histórico están del lado del Partido Comunista mientras que Occidente padece una decadencia estructural.

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