Sucursal del Banco Fassil en La Paz tomada por el gobierno
Bolivia va camino de un 'corralito' financiero como el de Argentina
Desde hace semanas los bolivianos se pasan horas haciendo colas para comprar divisas en el Banco Central de Bolivia ya que no los hallan en los bancos ni en las casas de cambio.
Llegan a la caja y les dan una ficha que dice que se los otorgará en un mes y medio después.
Cualquier ciudadano de a pie que tiene una cuenta en dólares en algún banco, pide, con todo derecho, sus dólares y los empleados del banco se los entregan a cuentagotas, si es que hay disponibilidad.
Caso contrario se los dan en pesos bolivianos arguyendo que el Banco Central de Bolivia no cuenta con divisas.
Hace un mes, los bancos les entregaban al día 1000 dólares americanos, luego 500, después 300 o simplemente nada.
Los librecambistas o llamados también «arbolitos» –cuyos principales proveedores de divisas son los turistas– empezaron a especular y a vender los dólares a un precio mayor que el oficial.
Eso costó el arresto, durante 4 meses, a una mujer que pedía unos centavos más. Aquella detención fue para sentar un precedente y no llegar al extremo que vive Argentina con el «dólar blue» o dólar negro.
El gobierno de Arce acepta que hay una iliquidez de dólares, sin embargo, niega que haya una crisis.
¿Bolivia está ingresando a un corralito como el que vive Argentina? «Nuestro país vive una crisis de facto, aunque no económica», asegura el analista financiero Enrique Herrera.
El cambio negro en Bolivia apenas llega a unos centavos más que el cambio oficial, no como en Argentina que llega a casi el doble y su historia económica en las dos últimas décadas ha sido crítica.
Cuando en Argentina empezó el corralito, el gobierno dictó una ley, no así en Bolivia. Ni la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) ni el Banco Central aún han decretado una normativa.
¿Por qué Bolivia ha llegado a este colapso financiero?
Durante el 2007 al 2015, nuestro país vivió la época de las vacas gordas, justamente cuando Evo Morales era presidente. Exportaba volúmenes importantes de carburantes a precios altos, por tanto, dio cabida a la subvención al mercado interno.
En principio sonaba bien, pero las reservas no fueron restituidas porque no se invirtió en la exploración. A esto se sumó que el gobierno derrochó a manos llenas lo que tenía y no ahorró. Esto trajo como consecuencia que ahora vivimos la época de las vacas flacas.
Bolivia, el 2015, contaba con reservas de aproximadamente 15 mil millones de dólares. Hoy tiene cerca de tres mil millones de dólares. Esto, en parte, porque no ha quitado la subvención interna a los carburantes ni se ha devaluado el peso boliviano.
Ante esto, Bolivia, se ha quedado sin divisas y está imposibilitada de atender la demanda interna. De igual manera, los bonos soberanos también colapsaron.
Bajo estrés
El gobierno debió tomar medidas en el momento preciso para no llegar a la situación actual. «Bolivia no está quebrada, pero está bajo estrés», afirma Enrique Herrera.
A raíz de la crítica situación económica, la cámara de diputados aprobó vender la mitad de las reservas del oro que significa aproximadamente 1.400 millones de dólares. Aún queda ser aprobada por la Cámara de Senadores.
Según analistas, sin embargo, si se vende parte del oro y no se toman medidas correctivas, sólo sería una tabla de salvamento durante los próximos nueve meses ya que la subvención de los carburantes alcanza a esa cifra. Los gobiernos suelen vender sus reservas de oro, aunque no con frecuencia.
La pregunta del millón es si existe la voluntad política de tomar medidas correctivas ya que no son precisamente populares. Esto, porque el partido gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), pretende perpetuarse en el poder y volver a candidatear en las próximas elecciones generales del 2025.
Una escuela dice que debería aplicarse la devaluación del peso boliviano, pero que traería una brutal inflación que afectaría a los más pobres. La otra escuela afirma, más bien, que deberían suprimirse las subvenciones de los carburantes en forma paulatina.
Estos aseguran que las subvenciones benefician principalmente a ciertos sectores. Las subvenciones al diesel van destinadas a los transportistas que torpedean el transporte público como el teleférico o el autobús Puma Katari. También beneficia a los mineros ilegales, así como a los productores agropecuarios del oriente.
Las subvenciones a la gasolina favorecen principalmente a propietarios de vehículos con motores grandes. Y el gas natural, a fábricas cuando en realidad es urgente apostar por la transición energética ya sea la por la energía renovable, la solar, la eólica y la hidroeléctrica para detener el calentamiento global.
Parecería que esta medida sería la más recomendable, aunque sería impopular porque según los ciudadanos, sube el transporte y sube todo.
Según analistas, si bien la economía está dando señales como hace dos décadas cuando ocurrió en Argentina el mentado «corralito», lo único que queda es que el gobierno tome medidas correctivas para no caer en una situación extrema como en el país vecino.
Argentina sigue sufriendo los resabios del corralito que se impuso hace 22 años y siguen sus efectos como la recesión, el endeudamiento público, la alta inflación, desequilibrios fiscales, desempleo y con 40 % de los argentinos en el umbral la pobreza. Una escalofriante crisis económica y social.