La última película de Trump: cómo hacer sangre de un país herido
Cualquier día Marruecos invade Ceuta y Melilla o Xi definitivamente se saca la espina y se merienda Taiwán o Putin se da el gustazo y se queda con toda Ucrania y aquí no pasa nada porque lo dice Trump. Eso sí, todos con traje de chaqueta pasarán por el Despacho Oval
Trump, Zelenski y Vance durante la reunión
Pensábamos que Donald Trump y Elon Musk habían formado una pareja de película, pero estábamos equivocados. El matrimonio político del presidente de Estados Unidos con J. D. Vance, en su día crítico con el republicano, parece que nos va a dar más y mejores espectáculos. Lo malo es que tiene toda la pinta de que van a ser del género del que vimos el viernes pasado con Volodimir Zelenski en la Casa Blanca.
Al ucraniano, que lleva tres años de guerra esquivando las balas, le sacudieron por derecha e izquierda mientras se arrimaba al borde de la silla, para no caerse de espaldas, en ese ring de boxeo en el que se convirtió el Despacho Oval. Puestos a golpear, hasta un periodista, Brian Glenn –el primer «afortunado» en lograr micrófono– le disparó, en forma de pregunta, por no ir vestido de traje. El presidente de Ucrania le respondió con ironía. Le emplazó a esperar a que termine la guerra para ajustarse a la garganta el nudo de la corbata de Hermès y apretarse un modelo «más caro o más barato» que el suyo.
Lo que no se le ocurrió a Glenn, tan preocupado por las apariencias, fue hacerle a Elon Musk la pregunta que le hizo a Zelenski
El tal Glenn estaba y está convencido de que lo medular de esa reunión era la ropa de Zelenski que, como todo el mundo sabe, dejó el uniforme de campaña en Kiev y se colocó la versión en negro por solidaridad con los combatientes, con los muertos que son decenas de miles y con los vivos que ya quedan pocos. Glenn, casado con una congresista republicana, hasta ahora justifica lo que dijo y lo que hizo (el ridículo para la profesión y el circo para Trump y Vance). Lo que no se le ocurrió, tan preocupado por las apariencias, fue hacerle a Elon Musk la pregunta que le hizo a Zelenski.
El hombre más rico del mundo se pasea por la Casa Blanca y el ala este y oeste a diario vestido de pieza de museo de cera, con gorra beisbolera calada y vaqueros pitillo como si estuviera en una sala de juegos recreativos. El día del primer Consejo de Ministros, Musk, que oficialmente no tiene cargo, llegó tarde, con la gorra y con un vaso de cartón lleno de café. Fue el primero al que Trump le dio la palabra ante el rostro atónito de los ministros, incapaces de hacer una mueca de disgusto.
Unos días antes, Musk, que parece que ya ha encajado una flota de Teslas blindados a la Administración republicana que dice odiar los coches eléctricos, fue al Despacho Oval con uno de los 14 niños a hombros que han traído sus mujeres al mundo. La criatura exploraba su nariz y pegaba la sustancia extraída en la mesa del presidente o donde pillaba. También hubiera sido un buen momento para que Glenn le preguntase.
Entre la anécdota y la historia, lo que sucedió el viernes nos da una idea de hacia donde y por dónde va el Gobierno más poderoso del mundo. El manual de la diplomacia y el protocolo de no agresión a un invitado, cuyo país está siendo invadido, se fue por el desagüe de los dedos acusadores y voces de Vance y de Trump.
Habrá que pensar que el primero, líder ordinario y cruel de los ataques, debió haber hablado con su jefe antes de irrumpir con esos modos y tono. Otra cosa, obligaría a creer que necesitaba adular más a Trump para tenerlo calmado que con él nunca se sabe.
Zelenski llegó a Washington con el acuerdo de la explotación de minerales de las tierras raras, hidrocarburos y cualquier otro elemento que pueda sacarse del subsuelo de Ucrania, bajo el brazo para firmarlo. Zelenski, el objetivo inalcanzable del Grupo Wagner y otros mercenarios a sueldo de Putin, fue a la Casa Blanca con algo parecido a una rendición: entregar la explotación del 50 % de todo lo que vale bajo sus pies en su país. Lo que pedía, y lo sabían Trump y Vance antes de que llegara, era algún tipo de garantía para que la historia de la invasión no volviera a repetirse como sucedió en 2014 y 2022.
El resultado fue una escena tabernaria o de casino (Trump es dueño y señor de más de uno) donde le reprocharon «no tener cartas» para esa partida, no ser lo suficiente agradecido (Zelenski suele tenert un brochazo de soberbia, pero no lo manifestó allí) por la ayuda recibida y como si los muertos, la anexión del Donbás y Crimea y la devastación de Ucrania fuera poco, estuvo obligado a escuchar que Putin es «un buen tipo».
Europa veía la película de lejos y el único que reaccionó como hombre de Estado y sentido de la unión del Viejo Continente fue Keir Starmer
Europa veía la película de lejos y el único que reaccionó como hombre de Estado y sentido de la unión del Viejo Continente fue Keir Starmer, el primer ministro del Reino Unido... el país que se fue de la UE (toda una invitación al brexit). Con el tren en marcha de, yo te protejo con soldados, drones, sistemas de defensa antiaérea y lo que sea preciso al mando de Starmer, Emmanuel Macron levantó la mano y Ursula von der Leyen, la sacó de debajo de la alfombra para pedir que los 27 aumenten el gasto en Defensa, ahora, de verdad.
Vivimos tiempos del mundo al revés, de líderes que sólo piensan en sus negocios, en cómo hacerse más ricos con la timba de las criptomonedas o la sangre de los otros. Vivimos en un mundo en el que Trump se quiere repartir y mete mano en todo menos al fondo del bolsillo de Xi Jinping que le hace sombra y se la seguirá haciendo. Asistimos a un cambio de reglas donde ahora lo malo es bueno y lo bueno es malo. Cualquier día Marruecos invade Ceuta y Melilla o Xi definitivamente se saca la espina y arrasa Taiwán o Putin se da el gustazo y se queda con toda Ucrania y, aquí no pasa nada porque lo dice Trump. Eso sí, todos con traje de chaqueta pasarán por el Despacho Oval.