Fundado en 1910

La incomprendida labor del Papa, una mirada desde el México profundamente católico

Por más que esté en boga ese permanente cuestionamiento por parte de la izquierda global a las labores del Sumo Pontífice de turno, los mexicanos queremos al Papa

Los papas Benedicto XVI, Juan Pablo II y Francisco con la Basílica de la virgen de Guadalupe en México

Los papas Benedicto XVI, Juan Pablo II y Francisco con la Basílica de la virgen de Guadalupe en MéxicoDavid Díaz

México y los mexicanos somos -sin lugar a dudas- una nación mayoritariamente católica; de enorme fervor Guadalupano y de un gran cariño e histórica lealtad por quien encabeza la Iglesia Católica.

Cada año, millones de mexicanos recorren a pie miles de kilómetros hasta el Santuario de la Virgen de Guadalupe en la ciudad de México. Cada vez que un Papa viaja a México, el país se vuelca a expresarle infinitas muestras de cariño. En cada una de esas ocasiones, los mexicanos hemos coreado: ¡¡Juan Pablo II te quiere todo el mundo!! o ¡¡Francisco hermano, ya eres mexicano!!

Por más que esté en boga ese permanente cuestionamiento por parte de la izquierda global a las labores del Sumo Pontífice en turno, los mexicanos queremos al Papa. Los mexicanos quisimos a Paulo VI, a Juan Pablo I, a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y al Papa Francisco. Es una realidad innegable. Sea quien sea el Vicario de Cristo, los mexicanos apoyamos su liderazgo pastoral.

Siempre ha rondado en la cabeza del que suscribe la inquietud por entender la complejidad de la labor papal. Estoy convencido de que debe ser sumamente difícil y estresante la toma de decisiones de quien encabeza el liderazgo espiritual de millones de fieles católicos y cuya voz incide, tanto en su feligresía, como en quienes no son creyentes; en quienes pertenecen a otros credos y en gobiernos de todo el mundo, sea en tiempos de paz o sea en tiempos de guerra.

Por más que desde la izquierda o desde distintas agrupaciones antagónicas a la Iglesia Católica se quiera descalificar la influencia vaticana en el mundo, es claro que la voz del Papa es un referente global, voz muchas de las veces incomprendida.

Si el Sucesor de San Pedro habla en contra de determinados postulados de la izquierda, de inmediato las reacciones mediáticas subrayan que el pontífice «es de extrema derecha». Si el Papa se manifiesta, por ejemplo, en favor de grupos de preferencias sexuales diversas, entonces en las redes sociales se manifiestan otros acusándolo de «ser de izquierdas», de «ser comunista».

De igual manera, cuando algún Papa, en visita pastoral, se ha reunido con diversos dictadores del mundo (Fidel Castro, Daniel Ortega, Augusto Pinochet, Vladimir Putin o Nicolás Maduro, por citar algunos ejemplos) muchos se rasgaron las vestiduras acusando al Obispo de Roma de «ser amigo del tirano».

No siempre la voz papal es prudente. Muchas de las veces el Sumo Pontífice se ve obligado a la prudencia (e incluso al silencio) a fin de propiciar negociaciones privadas y, sobre todo, mesuradas entre líderes de países o regiones en conflictos bélicos, con tal de avanzar hacia acuerdos de pacificación. En ese caso el Papa convoca simplemente a orar por la paz en esa región. No faltarán quienes entonces señalen al Pontífice de «ser omiso ante la guerra», de «estar a favor de una de las partes del conflicto» o de «ser insensible» frente al sufrimiento de la población civil.

La voz del Papa no siempre debe buscar «quedar bien», ni decirle a cada auditorio lo que cada auditorio quiere oír

Es claro que la voz del Papa no siempre debe buscar «quedar bien», ni decirle a cada auditorio lo que cada auditorio quiere oír. No, el Papa es una voz de conciencia que debe decir lo que considera necesario, sensato y razonable para determinadas circunstancias y, muchas de las veces, esto genera polémicas que incomodan o disgustan a determinados grupos de la sociedad.

Sí, en los tiempos que corren es muy compleja, difícil y muchas veces incomprendida la labor papal.

Hace 2025 años se inició la andadura de la institución más antigua de la Tierra: la Iglesia Católica. En ese camino se han generado innegables y trascendentales aciertos para la convivencia humana. También se han producido omisiones, errores y horrores cometidos a través de la historia. En el balance, el saldo positivo es innegable. Hoy, en pleno siglo XXI, la Iglesia tienen en sus manos una labor inmensa, de enorme responsabilidad. En los tiempos que corren, el Papa enfrenta enormes retos cotidianos a fin de propiciar que la humanidad se pueda conducir con esperanza, solidaridad, hermandad, justicia, perdón, compasión, mesura, defensa férrea en favor de los pobres, respeto a la vida y a los derechos humanos y, sobre todo, para alcanzar la paz en el mundo.

Quiero destacar la importante labor (desde Paulo VI hasta el Papa Francisco) en favor de ecumenismo y también del diálogo interreligioso. El esfuerzo de estos pontífices en favor de alcanzar respeto, entendimiento y cooperación entre las diversas religiones del mundo (Cristianismo, Judaísmo e Islam, entre otras) es tierra fértil para la construcción de la convivencia pacífica en las sociedades multiconfesionales y para la paz entre las naciones. No tengo duda de que la labor de la Iglesia Católica seguirá por esa senda.

Es mi convicción que debemos otorgarle al nuevo Papa la oportunidad, la comprensión y el apoyo a su labor

Estamos en la antesala de la elección del próximo Obispo de Roma. Hagamos votos porque el Colegio Cardenalicio elija a la mejor opción, no sólo para los católicos, sino para el mundo entero. Es mi convicción que debemos otorgarle al nuevo Papa la oportunidad, la comprensión y el apoyo a su labor.

Yo pediré al próximo Papa que ore por mí país y que sea una voz que clame y reclame lo conducente frente a la tragedia antidemocrática que vive México y por la complicidad gobierno-crimen organizado que hoy producen una brutal e impune violencia cotidiana (más de 250 mil muertos, 71 homicidios dolosos cada día). México es hoy una nación con un elevado nivel de sufrimiento humano.

Tengo la esperanza de que la elección del próximo Obispo de Roma será, seguramente, una buena noticia para el mundo. Y que también lo sea para ese México profundamente católico; fervorosamente guadalupano y de entrañable lealtad papal que hoy clama por la paz. Que así sea.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas