La alargada sombra de Merkel se cierne sobre el canciller Merz
La sesión de investidura de Friedrich Merz ayer en el Bundestag no salió como estaba previsto, aunque finalmente pudo ser nombrado canciller alemán. Su jura del cargo sonó más a deseo que a fórmula protocolaria: «Que Dios me ayude»
El canciller alemán, Friedrich Merz, asiste a una ceremonia de entrega de poderes en la Cancillería de Berlín
El Bundestag alemán —Parlamento Federal— votaba este martes la investidura de Friedrich Merz, líder de la CDU (Unión Cristiano Demócrata), como canciller alemán. Su partido, junto a la CSU (Unión Social Cristiana), había sido el más votado en las últimas elecciones federales y, aunque no tenía la mayoría en la Cámara Baja para ser investido, el acuerdo de coalición con el SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania), le otorgaba los apoyos suficientes. Sin embargo, contra todo pronóstico, la votación no salió adelante en primera instancia.
La situación se pudo reconducir. Se solventaron los escollos procedimentales para poder realizar una segunda votación el mismo día y, finalmente, salió elegido. Sin embargo, como resumió Berd Baumann, diputado de AfD (Alternativa para Alemania, el principal partido de oposición), en la primera votación de la coalición de Gobierno a Merz le fallaron 18 votos. Y le faltaron seis. «Alemania necesita ya un Gobierno, en eso estamos de acuerdo», dijo ante el pleno justo antes de votar por segunda vez. «Pero este Gobierno comienza con inestabilidad y va a continuar inestable, eso no es lo que Alemania necesita», añadió.
Una jornada de confusión inédita en el Bundestag alemán
En la historia de la República Federal de Alemania nunca se había dado el caso de que fracasara una votación de investidura, a la que los partidos no concurren sin tener ya una mayoría pactada. Y esta vez también la había. ¿Qué había fallado?, ¿quiénes no habían respetado la disciplina de voto y por qué? Y, sobre todo, ¿qué iba a pasar ahora? Los medios entrevistaban a analistas políticos y expertos en Derecho Constitucional y todos mostraban su perplejidad y ponían sobre la mesa más preguntas que respuestas.
Que hubiera habido errores en los votos es poco probable, porque además era a través de papeletas y los diputados tenían que salir del hemiciclo a rellenarlas obligatoriamente en unas cabinas dispuestas a tal efecto. Y en la segunda votación volvió a haber votos díscolos. La posibilidad de un Tamayazo a la alemana es aquí impensable. O lo era, hasta ayer. Que partidarios de Angela Merkel, otrora rival de Merz y a quien ha recriminado públicamente hace poco por aceptar los votos de AfD en una enmienda sobre inmigración, hayan querido torpedear la investidura desde la CDU no deja de ser una mera especulación.
Ella, que nunca tuvo buena relación con Merz, estuvo presente, de hecho, en la tribuna de honor del Bundestag durante la primera votación, pero se ausentó para la segunda disculpándose por motivos de agenda. No obstante, no aclaró qué cita podía ser más importante que la investidura de un canciller que, además, es de su partido, aunque no así de su agrado. Si Merz y su equipo averiguaron lo que había pasado y lo arreglaron, desde luego no lo han compartido.
Bochorno en directo
Lo que sí que funcionó bien en el Bundestag fue su sistema de emisión en directo. Se seguía viendo en su página web durante toda la mañana en el orden del día la jura del cargo por parte del nuevo canciller, pero en las imágenes se mostraba el hemiciclo prácticamente vacío, imagen en vivo de un desierto sin nadie ni para predicar, aunque con algún que otro diputado dando pasos perdidos de aquí para allá, en un deceso que se eternizaba mientras se sucedían las reuniones a contrarreloj y, por supuesto, a puerta cerrada.
Hasta que se anunció el acuerdo para una nueva votación, pactado entre todos los grupos parlamentarios menos el de AfD, que lo que hacía era pedir nuevas elecciones. «Toda Europa, quizás el mundo entero, está pendiente de esta votación», dijo Jens Spahn, jefe del grupo parlamentario de la CDU, al anunciarlo. Toda Europa había sido también testigo del bochornoso espectáculo.
«Que Dios me ayude»
Sin embargo, bien está lo que bien acaba. La votación salió, esta vez sí, como estaba previsto. Y el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, pudo nombrar a Friedrich Merz como canciller federal y la presidenta del Bundestag, Julia Klöckner, tomarle juramento. Merz adoptó la expresión «So wahr mir Gott helfe» (algo así como 'que Dios me ayude'), a la que es normal que no haya renunciado dada su confesión católica (minoritaria en Alemania, recordemos), pero que pronunciada después de una tan agitada jornada, sin tener siquiera que leerla y mirando a los ojos de Klöckner, sonó más bien a plegaria que a fórmula protocolaria.
Y ayuda va a necesitar Merz en un mandato que empieza con mal pie. El primer capote, no obstante, le llegó enseguida desde Francia. Emmanuel Macron se apresuró a felicitarle a través de las redes sociales y confirmó su reunión de este miércoles en París. «De nosotros depende hacer que el motor y el reflejo franco-alemán sean más fuertes que nunca», aseveró en un tuit que, poco después, envió también en alemán. Una señal de que, después de la pesadilla del martes, la normalidad política se puede todavía encauzar en Alemania. «Por los franceses, por los alemanes y por todos los europeos», añadió Macron.