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La relación entre Nicolás Maduro y tu hijo

La cocaína que financia al régimen venezolano es la misma que destruye la juventud española. España y Europa ya no pueden mirar hacia otro lado: Maduro no es solo un dictador, es el jefe de un sistema criminal que amenaza directamente a Occidente

Maduro insta a los productores a destinar 20 % de su mercancía en exportación

Nicolás Maduro, dictador venezolano

No hace falta viajar a Caracas para sentir el pulso de Nicolás Maduro: basta mirar a la habitación de cualquier adolescente español. Allí, en la penumbra de una discoteca desemboca la cocaína que cruza el Atlántico desde Venezuela. La tragedia de la droga en España tiene nombre propio, y se escribe con la complicidad de un régimen que ha hecho del narcotráfico un instrumento de poder, financiación y dominación.

Los datos son implacables. Hace apenas unas semanas, el Sky White, un barco fantasma que navegaba por la ruta atlántica, fue interceptado con tres toneladas de cocaína en su interior. Un año antes, un velero frente a Cantabria transportaba 1,7 toneladas, cuyos tripulantes —dos de ellos venezolanos— ya han sido condenados a penas de hasta ocho años y multas que superan los 2.000 millones de euros. En noviembre pasado, la Guardia Civil abordó un pesquero con 4.000 kilos de cocaína ocultos en alta mar.

A esta lista se suman operaciones con nombres casi cinematográficos —Baroña, Paramaribo, Neptuno— que reflejan siempre el mismo patrón: Venezuela, el Atlántico, España. Cada caso aislado parece un golpe policial exitoso. Pero todos juntos conforman la radiografía de una amenaza mucho mayor.

El Cartel de los Soles

Detrás de cada operativo hay una red estructural. Su núcleo se llama Cartel de los Soles, un entramado de generales, políticos y agentes de inteligencia venezolanos que, con Nicolás Maduro en la cúspide, se ha convertido en uno de los principales proveedores de cocaína hacia Europa.

El caso de Hugo Carvajal, alias El Pollo, es la prueba más clara: exjefe de la inteligencia chavista, extraditado desde España y juzgado en Estados Unidos, terminó confesando su papel en la alianza entre el chavismo y las FARC para inundar de droga los mercados occidentales. No hablamos de mafias periféricas, sino de un Estado entero puesto al servicio del crimen organizado.

De los puertos venezolanos a las calles españolas

Cada fardo interceptado en el Atlántico significa miles de dosis menos en las calles españolas. Pero la matemática del narcotráfico no es fría: es trágica. Cada línea consumida por un adolescente en Madrid, Sevilla o Valencia financia a un régimen que reprime, encarcela y expulsa a millones de venezolanos. Cada pastilla adulterada que arruina la salud de una joven en una discoteca europea se enlaza con los mismos puertos clandestinos que sostienen a Maduro en el poder.

La droga que destruye a nuestros hijos es la misma que mantiene en pie al dictador en Miraflores. La relación entre Nicolás Maduro y tu hijo no es una metáfora: es una línea directa que une Venezuela con los barrios españoles.

La tragedia venezolana

Este drama no ocurre en abstracto. Ocho millones de venezolanos se han visto obligados a abandonar sus hogares, en la mayor crisis migratoria de la historia reciente de América Latina. Familias enteras dispersas entre Madrid, Miami, Bogotá y Lima; abuelos que crían nietos mientras los padres buscan trabajo en el exilio; jóvenes que solo conocen la palabra «futuro» como algo fuera de sus fronteras.

La droga que llega a España es solo la cara visible de una tragedia mucho más profunda.

Un momento crucial para España y Europa

Estamos en un momento crucial. España y Europa no pueden seguir observando esta tragedia como si fuese un problema ajeno. No se trata únicamente de un debate sobre sanciones o diplomacia: hablamos de seguridad ciudadana, de salud pública, de la defensa misma de los valores occidentales frente a un régimen que los socava a través del crimen.

El chavismo ha mutado: ya no es un proyecto político, sino un sistema criminal transnacional

El chavismo ha mutado: ya no es un proyecto político, sino un sistema criminal transnacional. Maduro no es solo un dictador autoritario: es el jefe de una organización dedicada al narcotráfico, con alianzas directas con carteles latinoamericanos y grupos terroristas. Sus tentáculos llegan a nuestras costas y a nuestros jóvenes. Pretender que se trata de un conflicto lejano es una ingenuidad que España ya no puede permitirse.

Lo que exigimos

El paso que exigimos es claro. España y la Unión Europea deben reconocer a Nicolás Maduro no solo como un dictador, sino como el líder de un grupo criminal organizado de escala internacional. Igual que se ha hecho con regímenes terroristas, debe nombrarse lo que es: un capo que oprime a su pueblo y extiende su negocio letal al corazón de nuestras democracias.

Se trata de algo más que de política exterior. Está en juego la protección de nuestra juventud, la seguridad de nuestras calles y la defensa de la civilización occidental frente a quienes pretenden destruirla desde dentro.

El dilema ya no es si la droga llega desde Venezuela a España, porque los decomisos lo prueban sin lugar a dudas. El dilema es si España y Europa estarán a la altura de este momento histórico: romper con la ambigüedad y declarar que Nicolás Maduro es un dictador y un criminal internacional, responsable de una red de narcotráfico que amenaza directamente a nuestras sociedades.

La relación entre Nicolás Maduro y tu hijo es real. nuestra respuesta, debe estar a la altura del daño que esa relación está causando.

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