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AnálisisÁngel Mas

Un plan histórico: la paz posible tras dos años de guerra

El plan de Estados Unidos, aceptado por Israel y respaldado por países musulmanes, fija las condiciones que Hamás siempre rechazó

Act. 07 oct. 2025 - 11:17

netanyahu y trump en la Casa Blanca

Donald Trump y Benjamín Netanyahu antes de acordar la propuesta de paz en la Casa Blanca

Se cumplen dos años del 7 de octubre de 2023, el día en que el mundo libre volvió a enfrentarse cara a cara con el terror. Aquella mañana, miles de terroristas de Hamás atravesaron la frontera con Israel, asesinando, violando y secuestrando a civiles. Fue la mayor masacre de judíos desde el Holocausto. Dos años después, mientras aún permanecen 48 rehenes en manos de los terroristas, la región vive un momento de negociaciones delicadas para hacer realidad un plan de paz impulsado por Estados Unidos y aceptado por Israel, que cuenta con el respaldo inédito de varios países árabes moderados.

El proceso se desarrolla bajo la sospecha permanente de que Hamás intentará sabotearlo, como ha hecho en el pasado cada vez que la paz amenazó con romper su monopolio de poder. Aun así, las partes implicadas consideran que, por primera vez en dos años, existe una oportunidad real para cerrar la guerra iniciada por la organización islamista.

El acuerdo recoge las condiciones que Israel ha defendido desde el inicio del conflicto, estableciendo una hoja de ruta concreta para la rendición de los terroristas y la estabilización de Gaza:

1. Entrega inmediata de los 48 rehenes que siguen en manos de Hamás, vivos o asesinados, en un plazo máximo de 72 horas.

2. Rendición y entrega de armas por parte de los terroristas, con posibilidad de salvoconducto para quienes se entreguen bajo supervisión internacional.

3. Desmilitarización total del territorio y destrucción completa de la red de túneles, acompañadas de un programa de reeducación para la paz dirigido por una administración civil integrada por líderes occidentales y países árabes moderados.

4. Facilitar el desplazamiento voluntario de gazatíes que deseen trasladarse a otras zonas seguras, dentro de un marco humanitario ordenado.

El texto refleja con claridad que la guerra no fue un accidente ni una fatalidad, sino la consecuencia directa del ataque de Hamás y de su decisión de mantener a la población civil como escudo humano. También deja en evidencia que la comunidad internacional, al no haber exigido desde el principio la derrota total de Hamás y la liberación inmediata de los rehenes, contribuyó a prolongar el sufrimiento de israelíes y palestinos no combatientes.

Israel, que durante dos años ha soportado una presión diplomática y mediática sin precedentes, acepta ahora condiciones dolorosas con el objetivo de acelerar el final del conflicto. Pero el mensaje es claro: si Hamás no cumple el acuerdo, su destrucción será total.

Tres claves del nuevo plan:

1. Una paz nacida de la victoria militar israelí.

Este acuerdo no surge de la diplomacia, sino de la realidad impuesta por la campaña militar de Israel, que desmanteló gran parte del aparato de Hamás pese al sabotaje político y mediático procedente de Europa y, especialmente, de España. Solo la evidencia de esa derrota ha convencido a los países árabes moderados de intervenir ahora.

2. Sin papel para la Autoridad Palestina.

El texto no concede protagonismo alguno a una institución considerada corrupta y deslegitimada. La Autoridad Palestina, utilizada por ciertos gobiernos europeos como coartada para reconocer un Estado que no existe, queda relegada a una referencia marginal: la necesidad de una reforma estructural profunda antes de cualquier papel futuro.

3. El fin de la ficción del «Estado palestino».

El plan no contempla la creación inmediata de ese Estado ni lo considera prioridad. Lo relega a un futurible condicionado al fin del terrorismo, la estabilidad regional y la educación para la convivencia. Es, en la práctica, una desautorización explícita de los países que reconocieron prematuramente una entelequia política y una reivindicación de la posición israelí: no puede haber Estado alguno construido sobre la violencia y el fanatismo.

El nuevo marco supone un giro histórico en Oriente Medio. Por primera vez, países árabes moderados –tradicionalmente reacios a implicarse— respaldan abiertamente las tesis de Israel: que la seguridad debe preceder a la paz, que Hamás debe rendirse y que solo una administración árabe moderada puede garantizar el futuro de Gaza.

El acuerdo es también un revés diplomático para quienes, desde Europa y en particular desde España, han construido su política exterior sobre la acusación sistemática a Israel y la defensa de un Estado palestino inexistente. Mientras Pedro Sánchez y sus aliados han insistido en hablar de «excesos» y «masacres», hoy son precisamente los países musulmanes quienes avalan la legitimidad de la respuesta israelí y reconocen su papel central en la reconstrucción de la Franja.

Después de dos años de sufrimiento, el mensaje del plan es inequívoco: no habrá paz mientras existan grupos armados que ejerzan el terror y jueguen un papel político en el gobierno de los palestinos.

Y, por primera vez, el mundo musulmán parece dispuesto a decir también en público lo que llevan años comentando en privado.

*Ángel Mas es presidente de ACOM (Acción y Comunicación en Oriente Medio)

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