Siniestros que duelen
Hace ya años que un personaje de medio pelo conocido por sus apariciones en programas televisivos de medianoche puso de moda la expresión que dice «la noche me confunde», algo que podría aplicarse a los Ferrari, o mejor dicho a sus dueños, pues en lo que va de año el madrileño paseo de la Castellana se ha 'cobrado la vida' de dos preciosas criaturas que lucen el Cavallino Rampante en su capó.
La madrugada del 24 de enero de este año la capital se despertaba con la noticia de que un Ferrari 488 GTB, un supercar de 670 caballos valorado en 250.000 euros pasaba a mejor vida en el número 87 del Paseo de la Castellana.
En este caso un empresario madrileño sufría un accidente a tal velocidad que arrancaba uno de los árboles centenarios que hay plantados en la calle madrileña, a la vez que hacía fosfatina su espectacular Ferrari amarillo capaz de alcanzar los 335 kilómetros/hora y pasar de 0 a 100 km/h en sólo 3 segundos.
En este caso el conductor daba positivo en alcoholemia, mientras el Ferrari era conducido en grúa camino del desguace, los operarios del ayuntamiento tuvieron que cortar los tres carriles de la Castellana hasta el amanecer para retirar los restos del Ferrari, esparcidos centenares de metros a la redonda.
La semana pasada un nuevo accidente también entrada la noche daba cuenta de un segundo Ferrari, en este caso un descapotable Portofino matriculado a nombre de un futbolista del Alcorcón.
Su mujer iba al volante cuando se estrelló contra una barandilla a la altura del Banco de España, en el Paseo del Prado, justo junto a la plaza de Neptuno, la prolongación de la Castellana.
En este caso la conductora también dio positivo en alcoholemia, una verdadera locura.
Dos accidentes que dejan claro que coches de 600 caballos y el alcohol no son buenos compañeros de viaje, afortunadamente en ninguno de los dos accidentes ha habido que lamentar víctimas graves, aunque sí elevadas pérdidas materiales y dos joyas únicas que han acabado en el desguace.
No es un problema de que los Ferrari sean más o menos peligrosos, es que cualquier coche con esa potencia se descontrola con facilidad cuando pisamos el acelerador a fondo, a pesar de disponer de innumerables ayudas que evitan que nos salgamos de la carretera, pero las leyes de la física siempre dictan sentencia.
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