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27 de abril de 2024

Teodulfo Lagunero (izquierda) junto a Santiago Carrillo

Teodulfo Lagunero (izquierda), junto a Santiago Carrillo, paseando por Madrid en la clandestinidad

Teodulfo Lagunero (1927-2022)

El empresario del Partido Comunista de España

Fue mucho más que el amigo de Carrillo que lo trajo a España de vuelta del exilio y clandestinamente

Teodulfo Lagunero
Nació en Valladolid en 1927 y ha fallecido el 18 de junio de 2022 en Málaga

Teodulfo Lagunero Muñoz

Amigo de Santiago Carrillo

Empresario del sector inmobiliario, en el que acumuló una copiosa fortuna, dedicó una parte sustancial de su patrimonio a financiar al Partido Comunista de España. Condujo personalmente el Mercedes Benz gris en el que Santiago Carrillo, a la sazón secretario general del PCE, entró en España en 1976.

Debe ser el único español con carnet del PCE firmado por Dolores Ibarruri, Pasionaria, y por Santiago Carrillo. Pero Teodulfo Lagunero lo merecía sobradamente, aunque no era militante comunista hasta que los dos, Dolores y Santiago, le ofrecieron el carnet.
Lo merecía sobradamente porque la historia del PCE no sería la que fue si no hubiera existido Lagunero. No solo financió durante años al partido –en los años del franquismo así se llamaba, «el partido», al PCE, como si no existiera ningún otro- sino que siempre estuvo cuando se le necesitaba y donde se le necesitaba para ayudar. En algún caso, para salvar la vida a un compañero o intentar salvarla.
Teodulfo ha sido un nombre mítico en el PCE. Por su lealtad y la generosidad demostrada a Carrillo y a cualquier comunista que llamara a su puerta, pero también porque era ejemplo de lealtad a sus amigos, fuera cual fuese su ideología, lo que no es habitual en el mundo de la política. Entre estos últimos se encuentra una figura muy polémica, Leon Degrelle, líder del partido fascista belga Rex, admirador de Hitler que negaba el genocidio nazi, y que llegó a España cuando, a punto de finalizar la guerra, el avión con el que huía se estrelló en la costa vasca. Se quedó definitivamente en España, donde Franco le concedió la nacionalidad y le dio una nueva identidad. Lagunero fue uno de sus mejores amigos en España. Los unía su pasión por la historia, por la cultura y las artes, más allá de sus tendencias políticas y sus respetivas biografías. También Pablo Picasso estaba entre los amigos de Lagunero, así como un número destacado de los españoles de más importante bagaje cultural. Los que vivieron en España durante la dictadura y los que se vieron obligados al exilio.
En esa trayectoria larga, intensa, de Lagunero, que acumuló una gran fortuna personal gracias a su actividad empresarial, destaca un hecho que tuvo una gran repercusión cuando estaba a punto de iniciarse la Transición: fue quien trajo a España a Santiago Carrillo, conduciendo el propio Lagunero un Mercedes con el que esperaba que, por ser automóvil de lujo, nadie le diera el alto para tratar de inspeccionar a su pasajeros. Fue Lagunero el que regaló una peluca para pasar inadvertido en Madrid, ciudad donde instaló a Carrillo y a su mujer en un lugar de barrio elegante, la mejor manera de esconderse de las fuerzas de seguridad.
Lagunero colaboró con la Junta Democrática, donde estaban representados los partidos de la oposición y que contaba con el apoyo implícito de D. Juan de Borbón, todo ello mientras Carrillo desde la clandestinidad y amparado por Lagunero, empezó a contactar con los compañeros del PCE para pulsar el ánimo del partido y preparar el partido para los acontecimientos que se pudieran producir cuando el Rey Juan Carlos pusiera en marcha su proyecto para la España democrática, proyecto que incluía sacarlo adelante con todos los partidos, incluido el PCE. Ya se había celebrado el importante almuerzo de Carrillo con Nicolás Franco Pasqual de Pobil, enviado a París por D. Juan Carlos para que le transmitiera a Carrillo que D. Juan Carlos apostaría abiertamente por la democracia en la etapa que se abría en España.
Lagunero se instaló en España, con Fuengirola y la Costa del Sol como cuartel general, donde mantuvo su actividad empresarial, la que le permitía colaborar económicamente con el PCE, costear los gastos de sus dirigentes –entre ellos el matrimonio Carrillo– costear también los viajes de exiliados desde hacía años y mantener sus contactos con personas de la vida cultural. Por ejemplo, Antonio Gala dentro de España, y Rafael Alberti y Teresa León, que preparaban su regreso desde Roma.
Con la democracia plenamente asentada la figura de Teodulfo Lagunero se identificó como la del hombre al que los comunistas siempre podían acudir en momentos de dificultades económicas pero, también, para contactar con personajes de la cultura y de la empresa, dos espacios en los que siempre desarrolló un papel intenso. Creó la revista La Calle, de izquierdas, cuando cerró Triunfo, y no hubo proyecto cultural progresista que pidiera su colaboración y que no tuviera respuesta positiva.
Lagunero era uno de esos hombres que han sabido aunar como nadie la ideología y las convicciones con el mecenazgo. Pasará a la historia como el amigo de Carrillo que lo trajo a España y lo paseaba por Madrid con una peluca canosa, pero ha sido mucho más que eso. Ha sido el amigo leal, incondicional y generoso, que todo el mundo desea tener.
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