
Georges Kiejman (1932-2023)
Abogado de grandes intelectuales, cortesano de políticos de izquierda
Ministro sin pena ni gloria de Mitterrand, defendió los intereses de escritores como Montherlant, cineastas como Polanski y hasta de Robert De Niro

Georges Kiejman
Georgers Kiejman nació el 12 de agosto de 1932 en París, ciudad en la que falleció el 9 de mayo de 2023.
Abogado desde 1953, fue uno de los abogados más famosos de la Francia contemporánea, condición a la que llegó a base de un tesón propio de las personas de origen humilde. En su caso se añadía, además, el hecho de ser hijo de deportado.
El abogado y político Georges Kiejman fue, probablemente, una de las principales víctimas colaterales de la deflagración que asoló a la izquierda política e intelectual francesa a raíz de la revelación, allá por 1994, de los extraños vínculos que François Mitterrand mantuvo durante décadas con René Bousquet, exsecretario general de la Policía del régimen colaboracionista de Vichy y principal impulsor de la redada antisemita de julio de 1942, que desembocó en la deportación, en menos de tres días, de 12.000 judíos parisinos, incluidos mujeres y niños, extremo que el ocupante alemán no pedía.
Kiejman podría haber sido uno de ellos: hijo de un modisto judío de origen polaco emigrado a Francia y posteriormente deportado a Auschwitz –de donde nunca volvió– en el verano de 1943, se vio obligado a justificar ante las cámaras, en su condición de ministro adjunto de Justicia de Mitterrand, la constante presión –que el secundó– ejercida por el entonces presidente sobre la judicatura para que no reabriera las causas contra los prebostes de Vichy que aún vivían en los ochenta y noventa. La incomodidad de Kiejman ante las cámaras, especialmente en el debate que le enfrentó al «cazanazis» Serge Klarsfeld –hijo de deportado como él–, era patente.
Entre otras razones porque el nexo entre Kiejman y Mitterrand trascendía la mera alianza política: el letrado era uno de los principales cortesanos del estadista, asiduo comensal de las cenas que Mitterrand organizaba en su domicilio particular la calle de Bièvre –congregaban a su amistades más fieles– y participante habitual de la subida anual de la borgoñona roca de Solutré, versión campestre de los ágapes parisinos.
Kiejman extendió la adulación servil hasta ser capaz de sujetar el carro que contenía los palos de golf de Mitterrand en unos de sus recorridos de los lunes en el campo de Rueil-Malmaison. La consiguiente instantánea generó regocijo entre la prensa. El político le recompensó con tres cargos de ministro adjunto –Asuntos Exteriores, Justicia y Comunicación– no durando más de un año en ninguno de ellos. «Se puede decir», admitió en una de sus últimas entrevistas, «que fui un pequeño ministro y un gran abogado».Esto último, nadie de buena fe lo discute: Kiejman prestó juramento con tan solo 21 años y poco a poco se abrió paso, gracias a su buen hacer y a una oratoria excepcional, entre los círculos más influyentes de París. Y no solo en los tribunales: entre sus numerosas amantes figuró la legendaria periodista Françoise Giroud –fundadora de L’Express y Elle– quien le presentó al ex primer ministro Pierre Mendès-France, primer político al que fue leal.
Como abogado, Kiejman operó, preferentemente, en dos ámbitos: el de derechos de autor y el penal. En el primero, defendió los intereses de Henry De Montherlant, Eugène Ionesco, los herederos de Albert Camus, el filósofo Guy Debord, los cineastas de la Nouvelle Vague (Jean-Luc Godard, François Truffaut…), los actores Yves Montand, Simone Signoret, Roman Polanski y hasta Robert De Niro. En el segundo, en su condición de «abogado mediático» –ténor du barreau, en la jerga especializada–, intervino en casos criminales de gran impacto público y político: uno de los últimos fue el de Charlie Hebdo, logrando la absolución del semanario en el juicio de las caricaturas de Mahoma.