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05 de mayo de 2024

Henri Konan Bédié

Henri Konan Bédié (Izquierda) con el actual presidente de Costa de Marfil Alassane OuattaraAFP

Henri Konan Bédié (1934-2023)

Cómo hundir uno de los países más prósperos de África

Heredero designado de Félix Houphouët-Boigny, dilapidó en pocos años lo que el «padre» de Costa de Marfil construyó en décadas: estabilidad política y desarrollo económico

Henri Konan Bédié icono
Nació en Dadiékro (África Occidental Francesa) el 5 de mayo de 1934 y falleció en Abiyán el 1 de agosto de 2023

Aimé Henri Konan Bédié

Formado en Francia, su trayectoria desde la independencia de Costa de Marfil fue un lento, pero imparable ascenso hasta una Jefatura del Estado que ejerció sin estar a la altura de las circunstancias entre 1993 y 1999.

El derrocamiento de Henri Konan Bédié como presidente Costa de Marfil a manos del general Robert Gueï el día de Nochebuena de 1999 significó algo más que el enésimo golpe de Estado más en el atribulado continente africano: era la primera que se quebrantaba el orden constitucional en un país que hasta la fecha ostentaba una envidiable estabilidad -en todos los ámbitos- entre sus vecinos. Aunque los principales índices económicos se estaban tornando cada vez más negativos desde mediados de los noventa,
Konan Bédié, que sucedió en 1993 al carismático Félix Houphouët-Boigny, artífice de la independencia de Costa de Marfil, se mostraba incapaz de contener la extensión de una pobreza cuyo volumen había sido marginal –en términos africanos– durante muchos años, gracias a la industria azucarera y a la del cacao. El presidente había potenciado durante su etapa al frente del ministerio de Economía y Finanzas entre 1966 y 1977, en pleno apogeo del «modelo marfileño».
Una situación muy distinta imperaba a finales del siglo XX, en la que Costa de Marfil se adentraba en un declive económico en el que sigue inmerso. Ni siquiera las medidas de corte liberal –como la privatización de la compañía pública eléctrica– la promesa de relanzar la economía mediante un ambicioso plan de infraestructuras consiguieron enderezar el rumbo. A este inquietante cuadro económico se le sumaba una corrupción rampante que obligó a la Unión Europea a suspender temporalmente su ayuda: un sector de la élite marfileña había desviado parte del dinero ya entregado.
Sin embargo, el error más flagrante cometido por Konan Bédié consistió en introducir el concepto de ivoirité (por Côte d’Ivoire, nombre del país en francés), según el cual solo se reconocía como ciudadanos de pleno derecho a aquellos cuyo padre y cuya madre fueran marfileños. Una medida que estigmatizaba no solo a miles de empleados de las plantaciones de cacao, sino también impidió concurrir a la elección presidencial de 1995 a su principal rival político, Alassane Ouattara –actual presidente de Costa de Marfil–, por tener parte de su ascendencia en Burkina Faso.
La jugada le salió bien a Konan Bédié –fue reelegido con el 96 por ciento de los votos–, pero sentó las bases de las tensiones étnicas que desembocaron en un lustro de guerra civil, al que siguió la desastrosa presidencia de Laurent Gbagbo. En este escenario, Konan Bédié podía haber sido la de una figura de consenso dado su rango de jefe de Estado. Mas su actividad pública a partir de 2001 se asemejó a la de un político de segunda fila con sorprendentes e incomprensibles cambios de alianza –un día con Ouattara, al siguiente con Gbagbo– que frustraron su deseo de volver a convertirse en presidente: en veinte años no supo siquiera articular una candidatura.
El desperdicio de su capital político fue de gran magnitud si se tienen en cuenta que este aristócrata de la etnia baulé –orígenes que no le impidieron coquetear con el marxismo en su primera juventud– había sido preparado largamente a la sucesión por Houphouët-Boigny: embajador en Estados Unidos con 26 años –en Washington gestionó la Visita de Estado de Houphouët a Kennedy–, ministro con 32 y presidente de la Asamblea Nacional desde 1980.
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