José Antonio García Santaclara
P. José Antonio García Santaclara (1943-2025)
El sacerdote de los necesitados de Gijón
A través de la Fundación Siloé, creó una de las redes asistenciales más eficaces de Asturias
José Antonio García Santaclara
Sacerdote
Sacerdote desde 1979, dedicó toda su vida a favor de los más necesitados, principalmente a través de la Fundación Siloé. Falleció a consecuencia de un cáncer que le había sido detectado hace pocas semanas.
Media melena blanca y sandalias: la inconfundible apariencia del padre José Antonio García Santaclara por las calles de Gijón no respondía a ningún tipo de postureo. Era su forma de simbolizar su entrega incondicional a las personas que son víctimas de la exclusión social. La principal herramienta que ayudó a crear –en 1989–, la Fundación Siloé –surgida, a su vez, de la asociación Chavales en Libertad–, presenta hoy en día un balance más que notable: 14 centros en Asturias, 48 viviendas y alrededor de 1.400 personas atendidas cada año, según el diario El Comercio.
Los beneficiarios pueden acogerse a tres programas troncales –infancia y adolescencia, personas adultas y promoción social, y personas adultas en su vertiente sociosanitaria–. También a tres proyectos, entre los que destaca el llamado complementario, centrado en mediación comunitaria, terapia asistida con animales e inclusión digital activa.
Mas por lo que empezó a despuntar el padre García Santaclara fue por su atención a las víctimas del sida, cuando esta enfermedad empezaba a causar estragos, fundando una de las primeras casas de acogida específica. Una iniciativa que respondía a una cosmovisión forjada durante los diez años que pasó en el seno de la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios, tras un intento infructuoso de adaptarse a la ruda disciplina trapense –su vocación inicial– y consolidada en los barrios marginales de París.
A la capital francesa había partido en 1979, al poco de ser ordenado sacerdote. Allí descubrió, durante un par de años, el funcionamiento de una asociación llamada Siloé. Decidió importarlo a su vuelta a Asturias, y adaptarlo a la realidad local, empezando por Chavales en Libertad. Aunque no fue ésta la primera acción caritativa en la que prestó sus servicios: sus primeras experiencias transcurrieron en un hospital y participando en el entonces incipiente Teléfono de la Esperanza. Actividades que desarrollaba estando aún en el seminario. Una vocación por los más necesitados auténticamente genuina.