Anna Zaborska
Anna Zaborska (1948-2025)
Católica, provida y anticomunista
Hija de un preso político, defendió durante 15 años en Bruselas las convicciones forjadas durante su infancia
Anna Zaborska
Nació en Zürich el 7 de junio de 1948 y falleció en Bratislava el 20 de agosto de 202
Médica generalista entre 1972 y 1998, fue eurodiputada entre 2004 y 2019 y diputada nacional entre 2020 y 2025. De su matrimonio con Vladimir Zaborsky nacieron dos hijos
Anna Zaborska descubrió la política con cinco años. Y no precisamente por voluntad propia. Un día de 1953, su padre, el químico Anton Neuwirth –científico de probada fe católica que terminó de embajador en el Vaticano, ya en democracia–, no volvió a casa. Había sido arrestado por la policía política checoslovaca.
En plena Guerra Fría Neuwirth había cometido un crimen imperdonable a ojos de las autoridades comunistas: impartía en su universidad las teorías del químico norteamericano Linus Pauling. Fue acusado de conspirar para una potencia extranjera y condenado a doce años de cárcel. «Durante siete años, hasta que mi padre recobró la libertad por medio de una amnistía general, mi madre, mis tres hermanos y yo padecíamos un severo registro por parte del servicio secreto cada vez que le visitábamos –eran dos veces al año– en la cárcel; era traumático y humillante», recordaba en una entrevista concedida al autor de estas líneas y publicada por el fenecido semanario Alba.
Ni el hecho de que, un año después del arresto de Neuwirth, Pauling recibiera el Nobel de Química flexibilizó el cerco. Para Zaborska, el suplicio tenía, además, una sórdida prolongación: al inicio de cada curso escolar, sus maestros le preguntaban, ante todos sus compañeros de clase, por el trabajo de su padre, aun cuando su situación era de sobra conocida. Por si no fuera suficiente, su padre también tuvo que oír que era un espía al servicio del Vaticano. Por el mero hecho de ser católico.
Demasiados antecedentes como para que Zaborska no tuviera unas convicciones de acero cuando se tratara de las libertades individual o religiosa. Lo demostró con creces al llegar a Bruselas en 2004, al ser elegida eurodiputada. Allí puso -nunca mejor dicho- una pica en Flandes: se hizo con la presidencia de la Comisión de Derechos de las Mujeres e Igualdad de Género, feudo feminista donde los haya. Tiempo le faltó para ser objeto de críticas por parte de sus colegas feministas más radicales.
Le dio igual: siguió defendiendo sus convicciones, empezando por la del derecho a la vida. Hubo algunas victorias, como la propuesta, formulada en 2010, de creación de un «sistema de alerta temprana» sobre la pedofilia -hoy integrada al derecho europeo- o la presión para que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea fallase, en 2011, a favor de la protección del embrión humano. Y muchas derrotas. De vuelta a la política eslovaca, en 2020 fue elegida diputada por cuenta de la Unión Cristiana, tras haber dejado la formación democristiana en la que militaba desde 1993.