Última representante de la gran generación

Pocas caras representan con más personalidad y simpatía el cine de los años 70 y 80 que la de Diane Keaton, una de las actrices que mejor demostraron que a partir de cierta edad, las mujeres podían seguir desempeñando buenos e importantes papeles en Hollywood.

Hija de una familia de clase media, Diane Keaton siempre contaría que su deseo de convertirse en actriz nace cuando ve por primera vez a su madre participar y ganar un concurso de belleza cuya teatralidad le fascinó. Interesada ya siempre en ese mundo, estudia interpretación en el Neighborhood Playhouse de Nueva York con el sueño de poder dedicarse al teatro.

Su primera oportunidad le llega en 1968 cuando la nombran suplente en el musical Hair y va siendo poco a poco conocida en el Broadway de la época. Pero su vida cambia en 1972. Ese año logra el papel protagonista femenino de la obra maestra El Padrino de Francis Ford Coppola y de la comedia de Herbert Ross, Sueños de un seductor, que hará junto a Woody Allen con quien empieza una relación sentimental. En lo que resta de década la dirige en El dormilón, La última noche de Boris Grushenko, Interiores, Manhattan y Annie Hall, película por la que gana el único Oscar de su carrera y que la sitúa como un icono de la moda, pues populariza su propia forma de vestir que trasladó al personaje con pantalones, corbata, chaleco y sombrero. Una imagen que la acompañaría ya siempre.

Aunque reconoció que el género para el que había nacido fue siempre la comedia, después de intervenir en la segunda parte de El Padrino, llega a los 80 con algunos dramas poderosos como Rojos de Warren Beatty (por la que es de nuevo nominada al Oscar), Después del amor de Alan Parker o La chica del tambor de George Roy Hill. Y, aunque son películas importantes, en ellas no brilla tanto como en las comedias con las que finaliza la década, Baby, tú vales mucho y Días de radio, esta última a las órdenes de Woody Allen.

Con la nueva década y a sus 45 años, Diane Keaton ya no abandonaría nunca la comedia reivindicando, además, un espacio por derecho propio en la industria del cine que la lleva a hacer en los siguientes treinta años películas exitosas como El padre de la novia, Misterioso asesinato en Manhattan (de nuevo para Woody Allen), El club de las primeras esposas, Colgadas, La joya de la familia, ¡Porque lo digo yo!, Tres mujeres y un plan, ¡Por fin solos! o La gran boda.

En esos años, además, vuelve a ser nominada al Oscar a la mejor actriz por Cuando menos te lo esperas y el drama La habitación de Marvin y participaría en la tercera entrega de El Padrino cosechando algunas de las mejores críticas de toda su carrera. Además, ganó un BAFTA y dos Globos de Oro.

Diane Keaton, siempre prudente con su vida personal, mantuvo una relación de varios años con Woody Allen del que siempre habló con profundo respeto y admiración. Nunca se casó y adoptó un niño y una niña en 1996 y 2001, respectivamente. Además, era una fotógrafa consumada que publicó varios libros con fotografías realizadas por ella a lo largo de toda su vida.