Una ferviente apasionada del arte del toreo

En el mundo de los toros, bastaba con decir «Pilar» o «la marquesa» para saber que se trataba de Pilar Vega de Anzo, una persona queridísima por todos. Sus amigos sabíamos que sufría un problema de salud grave, por el que la operaron antes del verano, y que estaba pendiente de otra intervención quirúrgica, pero la noticia de su fallecimiento, a causa de un aneurisma, nos ha causado un gran dolor.

Decir que Pilar era muy aficionada a los toros queda demasiado flojo. Prefiero usar la expresión que utilizaba Moratín, en el siglo XVIII, para referirse a los más fervorosos del teatro: era una gran apasionada.

Decimos siempre que no podría existir la Fiesta sin toros y sin toreros. Es verdad pero conviene añadir que tampoco podría existir sin los aficionados que la apoyan. Pilar Vega de Anzo ha sido un perfecto ejemplo de ello: sin ningún interés profesional ni económico, dedicaba a la Fiesta, en todos los aspectos, buena parte de su tiempo, de su dinero y de su afán, sentía por ella una pasión absoluta. Era amiga de toreros y de ganaderos; viajaba para ver toros, en el campo y en las Plazas; participaba en toda clase de iniciativas, en torno a la Fiesta…

Nació accidentalmente en San Sebastián pero se crió entre Madrid, Grado, en Asturias, donde estaba la casa familiar, y Extremadura, a cuyo campo bravo estuvo muy vinculada. En 1992, heredó de su padre el marquesado de Vega de Anzo.

En Madrid, ha formado parte del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad y ha sido la única mujer que ha presidido la Peña «Los de José y Juan»: la más prestigiosa, por su fidelidad a los dos referentes máximos de la Fiesta. También ha desarrollado una notable actividad social: entre otras cosas, ha sido Vicepresidenta de Nuevo Futuro y trabajó con entusiasmo en El Rastrillo.

Todos los veranos volvía a Asturias. Junto con su amiga Carmen Moriyón, alcaldesa de Gijón, luchó tenazmente para que se recuperara la actividad taurina en la Plaza de El Bibio, después de un absurdo cierre político; lamentaba mucho que el Alcalde de Oviedo se haya negado a que la restauración de la Plaza de Oviedo implique el celebrar corridas de toros.

Hace un par de años, se sintió muy feliz al dar el Pregón taurino de la Feria de la Virgen de Begoña, en Gijón. Recuerdo muy bien la ilusión con la que los dos intercambiábamos datos sobre la historia taurina de Asturias, tan olvidada. Basándose en esos datos, proclamó entonces con orgullo que la cuna del toreo está en Asturias. El pasado mes de agosto, la vi feliz al entrar por el callejón de la Plaza de El Bibio, acompañada de su amiga la alcaldesa, entre el fervor popular.

En Madrid, solíamos vernos, con otros amigos, antes del comienzo de las corridas, delante de la Puerta de Autoridades de Las Ventas. También hemos coincidido en muchos Jurados y actos taurinos. Con todos, era educada, señorial, cordial; tenía una palabra amable y una sonrisa para todo el mundo.

Me consta que Pilar Vega de Anzo era lectora de El Debate y no sólo de la sección taurina. Hace pocos días, recibí su último comentario a los poemas que publico.

Como aficionada, era exigente porque era entendida: conocía y defendía los preceptos de la lidia clásica. Su presencia en el burladero de Las Ventas formaba parte ya del habitual escenario taurino madrileño.

No era Pilar uno de los recientes conversos al arte de Morante. Recuerdo bien una votación, hace años, en el Premio Mayte, en la que nos quería convencer a todos de que José Antonio era también el mejor banderillero, el más puro, las pocas veces que tomaba los palos; también recuerdo las bromas cariñosas que yo le gastaba, para que moderara su pasión.

El pasado 12 de octubre, pudo vivir la inolvidable jornada taurina de Las Ventas, con Morante y Robleño. Creo que ha sido la última felicidad que le ha dado el toreo.

Se ha ido Pilar Vega de Anzo al concluir la temporada, pero nos deja su inolvidable recuerdo: una gran señora, una excelente amiga y una ferviente apasionada del arte del toreo.