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20 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Pascua Militar

El Rey Felipe habló el jueves desde su altura como Rey, ante los gobernantes que no sólo amparan y justifican a los asesinos de ayer, sino que los defienden como sus socios de hoy

Actualizada 04:22

El Rey se ha dirigido en su discurso de la Pascua Militar a una gran institución y una extensa representación del sufrimiento y la dignidad. A las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil y sus componentes, héroes anónimos de todos los días, sus compañeros de armas, los representantes del trabajo callado y siempre bien servido de los militares a los españoles. Y a las víctimas del terrorismo y sus familiares, víctimas también, a las que ha agradecido «su fortaleza y altura moral». Y lo ha hecho ante el presidente del Gobierno, que se mantiene gracias al apoyo de los terroristas pocos días antes de la celebración en diferentes localidades de las Vascongadas y Navarra de más de 200 manifestaciones convocadas por los herederos del terrorismo y socios del Gobierno de España en apoyo de los criminales que aún permanecen apresados. El ministro Marlaska no ha movido un músculo de la jeta mientras hablaba el Rey. Ha sido, pues, un discurso libre y valiente, de Rey no censurado por los asesores de la Moncloa, y que me ha recordado a los del Rey que tiene prohibido volver a España, que jamás olvidó a los españoles que sufrieron en su propia tumba o en su propia carne o en su ánimo destrozado, el terrorismo vasco, hoy gobernante aliado del Gobierno de España. El Rey habló como siempre tiene que hablar el Rey, alabando la labor de los militares y su lealtad a la Corona, y alentando a las víctimas del terrorismo a sobreponer su decepción y tristeza, y continuar en su desigual lucha reivindicativa. Ese mismo discurso lo podría haber pronunciado su padre, el Rey Juan Carlos I.
El 11 de diciembre de 1987, la ETA, por medio de un potentísimo coche-bomba, masacró la Casa Cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Un resultado estremecedor. Once muertos, entre ellos cinco niñas que se disponían a ir al colegio, y 88 heridos. Un periodista de San Sebastián cometió la impertinencia de preguntar al entonces Obispo donostiarra, José María Setién, su opinión sobre el terrible suceso. 
–No soy partidario de opinar de hechos que suceden fuera de mi diócesis. 
Aquel diciembre de 1987, en el programa Protagonistas y dentro de su horario, en el espacio «El Debate del Estado de la Nación», por su proximidad a la Navidad, Luis Del Olmo propuso que sus colaboradores, Antonio Mingote, «Tip», Antonio Ozores, Chumy Chúmez, Coll y el que esto escribe, nos despidiéramos al final con un epigrama a modo de villancico. El mío fue excesivamente lineal y fui despedido de la COPE. «En el Portal de Belén/ nadie toca la zambomba/ porque un hijo de Setién/ ha explosionado una bomba». Mingote, «Tip» y Ozores se pusieron de mi lado. Aquel espacio tenía mucha publicidad, y era – modestia aparte–, el más seguido de Protagonistas. Ante la posibilidad de perderlo, Luis Del Olmo me pidió que acudiera a la sede de la Conferencia Episcopal, donde seríamos recibidos por el presidente, el Cardenal Suquía, y el Secretario, el obispo don Fernando Sebastián. En aquella charla, el bueno –fue posteriormente un gran Arzobispo de Pamplona–, de don Fernando cometió un error semántico al exponerme sus quejas. 
–Ussía, usted es implacable con los obispos de la ETA. 
–Menos implacable que Su Ilustrísima, que me acaba de decir que hay obispos de la ETA.
–Un lapsus liguae –sentenció el cardenal Suquía. Fui readmitido y el programa, de nuevo con Mingote, «Tip» y Ozores, se salvó.
Llegué a mi casa y me preparé para asistir, con mi mujer, a una cena de Navidad ofrecida por Don Juan y Doña María en su casa de la calle Guisando, «Villa Giralda». Les narré al Rey Juan Carlos y a Don Juan los pormenores de la reunión. Y el Rey, que se disponía a grabar el Mensaje de Navidad, me adelantó su decisión. 
–Hay que denunciar los amparos que reciben de un Obispo los terroristas. 
–No te lo van a permitir los políticos –comentó Don Juan. 
–El que habla soy yo, y Felipe González está tan harto como yo de esta farsa. 
Y a buen entendedor, pocas palabras bastan. Transcribo el párrafo: «Y la cobarde agresión en la convivencia que es el terrorismo ha de unirnos más todavía en la defensa de esa paz deseada. No debemos mostrar ni debilidad ni temor ni duda para rechazar con decisión a quienes hacen correr la sangre de los españoles víctimas de sus atentados criminales, y también a quienes los amparan, disculpan o justifican, cualesquiera que sean sus posiciones políticas, sociales o religiosas».
El Rey Felipe habló el jueves desde su altura como Rey, ante los gobernantes que no sólo amparan y justifican a los asesinos de ayer, sino que los defienden como sus socios de hoy.
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