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25 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

España está en quiebra

España está arruinada, en quiebra, con respiración asistida europea y consagrando un modelo subsidiado en el que 16 millones de personas dependen ya de una «nómina pública» en cualquiera de sus versiones

Actualizada 02:14

En Corea del Norte, el paro es del 2.8 %, cuatro décimas menos que en Alemania y casi la mitad que en Dinamarca. Y es probable que la baja cifra de desempleo obedezca aún más a las políticas homicidas del Torrebruno achinado que gobierna allí que al falseamiento de las estadísticas.
Los países populistas inventaron hace tiempo ya su fórmula mágica para esconder los desastrosos resultados de sus políticas: repartir la miseria para que todo el mundo tenga su escasa ración en el festín y nadie aparezca, técnicamente, en las colas del hambre. Y si con eso no llega, hacer un ERE masivo con destino a una fosa común excavada con sus propias manos.
El entusiasmo de Sánchez para presumir de creación de empleo o de crecimiento económico no llega a las cimas retóricas del amigo Kim Jong Un, pero resbala por las mismas pendientes coreanas. 
Según el relato sanchista, convenientemente aireado por sus especialistas en masaje con final feliz, España crea empleo y crece como nunca, hasta el punto de hacer casi envidiable para el resto del mundo no haber sufrido la larga crisis sanitaria y económica que a nosotros, gracias a las buenas artes del sanchismo, nos ha permitido revolucionar el país para llevarlo a las más altas cotas de bienestar conocidas.
La realidad, a poco que uno tenga la decencia intelectual y personal de querer conocerla, es bien distinta: seguimos siendo el país con más paro femenino y juvenil de Europa y uno de los más rezagados en su conjunto; pero han encontrado la fórmula coreana para maquillarlo.
Que es bien fácil de desmontar: el crecimiento del empleo deriva de la incorporación de más de 200.000 nuevos funcionarios; de la exclusión del paro real de autónomos sin actividad, de trabajadores en ERE y de personas que ya ni buscan empleo.
En la vida real, con datos de la Encuesta de Población Activa, el sector privado está a 90.000 puestos de trabajo de recuperar la situación previa a la pandemia, lo que a su vez explica que las horas trabajadas hayan descendido un 6 % anual: hay menos trabajo «de verdad»; el que hay es temporal o a jornada parcial y las cifras se disimulan dopando la estadística global con empleo público, que exige más impuestos y hunde la productividad.
Por la misma razón el PIB solo crece un 5 %, casi la mitad de la previsión inicial del Gobierno, que equiparó la recuperación con la destrucción previa para quedarse ahora a un 50 % de ese objetivo, con un repunte mediocre en comparación con lo perdido y al lado del de Francia y tantas otras naciones.
España está arruinada, en quiebra, con respiración asistida europea y consagrando un modelo subsidiado en el que 16 millones de personas dependen ya de una «nómina pública» en cualquiera de sus versiones.
Esta es la verdad, sin adornos ni artificios. Que el Gobierno la esconda, y aquí viene el meollo de la cuestión, no es por vergüenza: el despliegue de contabilidad creativa no solo obedece al deseo de tapar el desastre; también atiende al peligroso objetivo de aprovechar la coyuntura para aplicar la última vuelta de tuerca al proyecto de ingeniería social que empapa toda su acción.
Aquí se usa la ruina, inducida, para elevar como nadie los impuestos, planificar una España subsidiada, dividir en dos a la sociedad convirtiendo a una parte en objetivo extractivo y a la otra en receptora sumisa y, finalmente, hacer de la miseria tutelada la mejor herramienta de control social de un Gobierno cada vez más coreano que solo aspira a que los dependientes sumen un punto más que los confiscados para salir indemne de las urnas.
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