Fundado en 1910

24 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Islas del Guadalquivir

La OTAN recela, la UE advierte, Argelia se harta, Marruecos chantajea, los españoles preparamos nuestra huida a no se sabe dónde, y la Alhambra, la Mezquita y el castillo de San Marcos ya están envueltos en papel de regalo

Actualizada 02:17

Argelia ha roto su amistad con España. O mejor escrito. Ha roto su amistad con Sánchez por su entrega del Sahara a Marruecos. Foxá lo dijo cuando España, injustamente, fue expulsada a principios del franquismo de la Sociedad de Naciones. «Menuda patada le han dado a Franco en nuestro culo». Después de la operación «Pegasus», Sánchez está desenfrenado. Los marroquíes tienen en su poder toda suerte de detalles escabrosos y financieros del matrimonio que hoy nos gobierna en España. Porque nos gobierna el matrimonio, y de eso no alberguen la menor duda. Se cambia el turno de los versos y esto sale: «Monta tanto, tanto monta/ Perico como Begoña». Me entero ahora de que han echado a Begoña del Instituto de Empresa, y eso muestra la debilidad de la chica. Lo cierto es que Sánchez está siendo chantajeado por un Estado a cambio de no sacar a la luz sus secretos. Y Argelia se ha sentido traicionada y nos ha mandado a paseo, cuando yo, como español por los cuatro costados, jamás he tenido la necesidad de traicionar a Argelia. El gran poeta de las marismas, Fernando Villalón, ganadero de reses bravas sin posible lidia, garrochista, señorito, quiromántico y poeta tardío pero excepcional además de marqués de Miraflores de los Ángeles, lo escribió en soleares: «¡Islas del Guadalquivir/ donde se fueron los moros/ que no se quisieron ir!». A este paso, si los espías de Mojamé siguen coaccionando al matrimonio que nos gobierna, Sánchez les va a entregar, en nombre de todos los españoles, la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba –con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho–, y hasta el señero castillo de San Marcos en el Puerto de Santa María, que domina la muerte del Guadalete en la bahía de Cádiz, y donde Alfonso X el Sabio escribiera algunas de sus cantigas. Guadalete, el río, el agua del olvido. Y habrá que cambiar los versos de Villalón: «¡Islas del Guadalquivir,/ donde fuimos los cristianos/ que no nos quisimos ir!».
Ya están enviando pateras abarrotadas desde las costas de Argelia a las Islas Baleares, su España más próxima. Ceuta, Melilla, los peñones de Vélez y la Gomera, el de Alhucemas, las islas Chafarinas y hasta la discreta y reconquistada isla del Perejil, serán de Marruecos en menos tiempo del necesario para que el dromedario preferido de Mojamé proceda a su pedorreta matinal. Territorios que son España con cuatro siglos de antelación a la creación del Reino de Marruecos serán entregados a cambio del silencio. No confíe tanto el singular matrimonio que en la Moncloa yace y despega, en el silencio de la morería. De repente, se hartan y sueltan todo lo que saben. Y lo que saben de Sánchez equivale –lo calculó un experto días atrás–, al contenido de más de 2.500 libros de una biblioteca especializada. Por eso y mucho más, la OTAN recela, la UE advierte, Argelia se harta, Marruecos chantajea, los españoles preparamos nuestra huida a no se sabe dónde, y la Alhambra, la Mezquita y el castillo de San Marcos ya están envueltos en papel de regalo.
Todo está muy bien. Sucede que Sánchez y su esposa han olvidado que España, tan prudente, tan mansa, tan obediente, tan abandonada por la cultura –me refiero a la España de hoy–, tan desligada de su historia, tan manipulada, de golpe, sin que se presienta su reacción, se levanta y no consiente ser regalada, ni troceada ni humillada. Y ese levantamiento está a punto de producirse, no por la fuerza de las armas, sino por los resultados de los votos que serán depositados en miles de urnas en apenas diez días. Y por ahí puede iniciarse la nueva reconquista, y retornar a los tiempos de la diplomacia flexible, y al matrimonio y su cuadrilla de incompetentes y traidores, pues que les vaya bonito. Y nada hay más bonito que una panorámica, un paisaje español visto a través de unos barrotes. O una estancia en el Caribe con toda suerte de comodidades y hasta el final de sus días. Yo, personalmente, de ser Sánchez, elegiría la primera opción. España más cerca y con menos mosquitos.
Comentarios

Más de Alfonso Ussía

  • Monterías

  • Ecologismo militar

  • Barullo

  • Desamor

  • Objetofilia

  • Últimas opiniones

    tracking