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28 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Talibanas

Lo que está claro es que la Ley de la transexualidad redactada por las obsesas talibanas de nuestro Gobierno va a terminar con la limpieza y equilibrio del deporte femenino

Actualizada 01:25

No es tan feo como dicen
Don Romualdo de Lampárez y Larrea.
Doña Blanca Ramoneda de Lampárez
… es más fea.
Nada tienen que ver estos versos con el artículo que viene a continuación. Simplemente que, archivando papeles extraviados, me he topado con este apunte, me ha divertido y lo comparto. Y ahora, con su permiso, inicio mi temblor diario.
Mujeres y hombres somos iguales en derechos y obligaciones, pero no físicamente. La mujer es más longeva que el hombre, y el hombre es, generalmente, más fuerte en su físico que la mujer. Escribo desde mi limitadísimo y nada moderno concepto de la diferencia sexual. Para mí, desvencijado y destartalado carrozón, sólo existen dos sexos. El masculino y el femenino. Pitilín y huchita. Otra cosa es el uso que cada uno, en pos de sus inclinaciones y fogaradas. hagan de ellos. Lo que está claro es que la Ley de la transexualidad redactada por las obsesas talibanas de nuestro Gobierno va a terminar con la limpieza y equilibrio del deporte femenino.
El ejemplo es Lia Thomas. Lia Thomas, con anterioridad a transexualizarse, se llamaba Will Thomas, ocupaba un lugar muy bajo en el escalafón de los nadadores americanos. Sus posibilidades de convertirse en un gran deportista masculino eran escasas. Nadaba como Encarni de Barbate, que en unas vacaciones en Valencia, se ahogó en la Albufera en una zona en la que el agua no cubría ni sus pantorrillas. Fue cuando Will decidió convertirse en mujer para ganar algún campeonato de natación. Su musculatura masculina no menguó con el trasvase del pito a la huchita, y pasó de ser el nadador 589 del escalafón, a la número uno de la relación de nadadoras. Y ahora, lo gana todo. La Ley de la Montero y la Belarra se presta a aniquilar el deporte femenino en España. Pongamos un ejemplo doloroso. Isco, influído por su elegante esposa, de la que se dice milita en los aledaños de la ideología (¿) podemita, decide convertirse en Isca. Y ya como Isca, es contratada por un club femenino. Pasaría de ser el futbolista más lento de España al más rápido de Europa, una bala de cañón corriendo la banda. Imaginemos, decenios atrás, a Sánchez en el baloncesto. Fue bastante malo. Como baloncestista era igual de malo que como persona. Y decide hacerse mujer. Petra Sánchez. Su fuerza masculina sería insalvable y taponaría todos los intentos de encestar de Amaya Valdemoro o Elisa Aguilar, excepcionales jugadoras. No está demostrado que esos meses de adaptación obligatoria fuera de las canchas, los estadios y las piscinas, mengüen la musculatura del hombre equiparándola a la de una mujer. Se trata de una trampa. Una trampa legalizada y desmoralizante para todas las mujeres que practican un deporte de élite. Recuerdo un caso tenístico de mi juventud. En el Real Club de Tenis de San Sebastián, atemorizaba al adversario con la fuerza y contundencia de sus golpes. Me refiero a Lorencho Somorrostro. Mucha fuerza, envidiable agilidad y por desgracia para él, poca cabeza. Siempre ganaba el primer set y perdía los siguientes. De haberse cambiado de sexo, y competir como Lorencha Somorrostro, la resistencia de sus adversarias se rendiría con anterioridad a la aparición de su fragilidad mental. En diez minutos las habría sacado de la cancha a bolazos.
Creo, que además de un desastre y una degeneración social, la Ley Transexual puede asesinar al deporte femenino, que en España, en muchas especialidades, se mueve por lo más alto de la calidad y el prestigio. Lo que tanto ha costado alcanzar, se va a perder por la vía rápida. En todos los deportes, surgirá una tramposa como Lía Thomas, un hombre mediocre en el deporte, que se convertirá en campeona femenina destrozando el esfuerzo, la calidad y el trabajo de nuestras mujeres deportistas.
Por culpa de las talibanas.
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