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20 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El portento del hilo dental

La inflación está convirtiendo la vida diaria en un campo de minas y así no hay presidente que revalide mandato

Actualizada 17:59

Entro a comprar en una farmacia un carrete de hilo dental. No es que vaya a hacerme con un kilo de percebes en una pescadería de élite. Pillo uno cualquiera, de una marca que más o menos me suena. Voy a pagar. La caja marca 5,50 euros por un puñetero hilo dental. Pero al escrutar el paquetito me consuelo: la cajita es más grande de lo que solía, o sea, deben haber subido el precio porque ahora trae más. Al llegar a casa lo abro y descubro que lo que ha hecho el fabricante es meter dentro más relleno de cartón y hacer la cajita plástica del hilo mucho más pequeña. El truco se llama reduflación: reducen el tamaño, pero el precio sigue siendo el mismo, o incluso mayor. Este misterio de los objetos menguantes le ha ocurrido también en los últimos tiempos al tubo de dentífrico, al bote de desodorante, a la loción de después del afeitado…
Tras el facazo del hilo dental, entro al bar a por un café para llevar y un pequeño bocatín, de esos de tres dentelladas: 4,50. Es decir, ya me he pulido diez euros esta mañana, sin hacer nada de particular. Si me zampo un menú del día caerán 14 euros más. Ya son 34. Y si voy y vuelvo en metro me pondré en 36, 4. Y eso sin haber pisado el súper para hacer la compra (el pescado fresco se ha convertido en artículo VIP).
Por la noche salgo a cenar con mi mujer, que acaba de llegar de un viaje. Vamos a un sitio al lado de casa que se anuncia como comida israelí y parrilla argentina. Tomamos unas croquetas tipo libanés y un plato de pescado compartido con guarnición de brócoli. Bebemos agua –que es del grifo en botella de la casa– y una caña. No hay vino, ni café, ni postres. Nos calzan 75 euros con una gran sonrisa (imagino que por la risa que les provocamos los incautos).
Llega la factura del gas al buzón: 295 euros por dos meses, en un piso pequeño y sin que haya hecho frío este invierno en Madrid. Repasas las noticias: el precio de los coches nuevos en España ha subido un 40 % en cinco años, los alimentos experimentan la mayor crecida de la serie histórica: un 16,6 %. Cualquier ñapas que te viene a casa a hacer una chapuza te cobra como si fuese un cirujano de élite acometiendo un trasplante de hígado. Los restaurantes también han sacado el trabuco. Nunca he sido mirado con el dinero, no me fijaba demasiado en los gastos. Hasta el último año y medio, porque ahora la vida cotidiana se ha convertido en un campo de minas.
¿Y qué pasa con los salarios mientras todo se pone imposible? Pues que han subido tres puntos menos que la inflación. Es decir, los españoles somos más pobres (mientras los sindicatos, perfectamente comprados por el sanchismo, no sacan ni una sola pancarta a pasear, a la espera de que gane la derecha y entonces incendiar las calles con furia justiciera).
En el pico de la crisis de 2012 a 2013, las televisiones del cuasi monopolio zurdo y la prensa «progresista» informaban con gran énfasis de la lacerante situación de pobreza de los españoles. La biblia de la izquierda finolis, The New York Times, hizo un reportaje de portada mostrando a los españoles comiendo en los contenedores de basura. Por entonces se acuñó el término «pobreza energética». Se hablaba de sol a sol de los desahucios y el líder de la oposición, un tal Sánchez, se ponía histérico con el viejo Mariano porque el recibo de la luz subía a un porcentaje que hoy nos parecería irrisorio. Todo eso ha desaparecido, porque ahora gobierna la izquierda, mientras las organizaciones filantrópicas y Cáritas hablan de una situación de pobreza de una gravedad inédita.
Mandan los socialistas y los comunistas. Así que el drama de los millones de españoles que las pasan canutas ya no merece titulares, ni reporteros de la tele colorada en las cocinas de los hogares. Pero el drama está ahí, y es casi imposible que un presidente revalide mandato cuando a la gente común le llega el agua al cuello.
Existen problemas que no se arreglan con selfies de Mi Persona con Xi Jinping (por cierto, por si Sánchez no se había percatado, el mayor y más preocupante dictador del planeta).
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