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05 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Rafa Nadal y un adolescente cincuentón

El popero Iván Ferreiro refleja perfectamente el espíritu de la Generación Copo de Nieve cuando pone a parir al campeonísimo por esforzarse

Actualizada 13:32

Allá en su siglo XX, los padres y abuelos de los españoles de mi quinta consiguieron convertirse en gran medida en una generación de propietarios. La meta familiar se fijaba en comprar un piso y con frecuencia lo conseguían.
¿Cómo lo lograban? ¿Cobraban espléndidos suelos? ¿El precio de la vivienda estaba entonces regalado? ¿Los tipos de interés resultaban una bicoca? Nada de eso. Los intereses de las hipotecas superaban por entonces el 10 % y los salarios medios eran como siempre en España: rácanos. Entonces, ¿cómo se produjo el pequeño/gran milagro de una clase media de propietarios?
La respuesta es evidente: curraron como posesos y ahorraron como franciscanos. Llevaron vidas frugales para lograr su propósito estelar, que su familia avanzase, dar un pasito en la escalera social. No había comidas en restaurantes, salvo hechos excepcionales; ni vacaciones fuera de casa, más allá de unos días en «el pueblo» o «la aldea». Muchos hicieron su primer vuelo en avión ya cincuentones. Eran existencias de un sacrificio que hoy muchos españoles no aceptarían, en especial los de la órbita zurda («¿y el derecho a divertirse?»). Pero gracias al esfuerzo de aquellos millones de hombres y mujeres anónimos España dio un enorme salto, y también sus familias. Fueron la llamada Generación de Pana, sustituida ahora por la Generación Copo de Nieve, cobijada en el victimismo y que demanda que el Estado se encargue hasta de atarles los cordones de las zapatillas.
El popero vigués Iván Ferreiro, adolescente de 52 tacos, ha puesto a parir en los términos más bordes a Rafael Nadal, al que ha presentado como «un ejemplo de mierda para los niños». En concreto, a Ferreiro le asquea el afán de superación de Nadal y el espíritu de sacrificio que lo ha llevado a seguir adelante incluso soportando dolores crónicos.
¿Qué es preferible: el nadalismo o el ferreirismo, el soniquete quejumbroso de la Generación Copo de Nieve? Mi teoría particular, aunque me llamen conservador –o directamente «facha»–, es que el nadalismo le sienta mucho mejor a las personas y a los países que el ferreirismo.
Oscar Wilde nos legó la más atinada definición del gentleman: «Es aquel que no hace daño a nadie intencionadamente». Rafael Nadal, de 36 años, siempre ha observado esa máxima. Ha mantenido un saber estar natural, templado y cordial. Ha tratado con cortesía a los aficionados, con una paciencia sin límite ante los niños que se le acercan. Ha sido respetuoso y moderado en sus opiniones y caballeroso con sus rivales. Pero hay más: ha mostrado un espíritu de sacrificio y una fuerza mental extraordinarias. Estamos hablando de una persona que pudo estudiar poco y apenas disfrutó de su infancia, porque todo lo copó la raqueta. Hablamos de un chaval al que a los 20 años los médicos le soltaron que tenía una lesión tan grave que probablemente no podría seguir jugando. Pero apretó los dientes y tiró millas. «Rafael es un lesionado que juega al tenis», resumió hace ya algunos años su tío Toni, por entonces su entrenador. Nadal es además un patriota, que estima a su país de la manera más constructiva.
Buena educación, humildad, poder mental, laboriosidad, espíritu de superación y un cordial afecto por España. Si sus valores se propagasen tendríamos un país bastante mejor. Por eso creo que mi paisano Iván Ferreiro se ha columpiado esta vez por todo lo alto. Nunca figuró en mi fonoteca (soy más de Paul Weller, Bob Dylan y Calamaro), pero a partir de ahora me va a costar escucharlo hasta cuando suene en el hilo musical del súper.
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