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21 de mayo de 2024

GaleanaEdurne Uriarte

El periodismo antisanchista

Sánchez puede seguir multiplicando sus entrevistas televisivas, pero hay decisiones y valoraciones ciudadanas como el rechazo a su Gobierno y a su liderazgo que no hay medios que las cambien

Actualizada 01:30

Afirma Pedro Sánchez, lo dijo en El Hormiguero, que el «90 por ciento de los programas son conservadores y no representan al 50 por ciento progresista de este país», que «hay desproporción en las tertulias» y que eso «está haciendo peor a nuestra democracia». En otras palabras, aplicación de las técnicas sanchistas, mentira, manipulación y maldad, a la valoración del periodismo. La mentira de que la mayoría de los medios son de derechas, la manipulación de que toda crítica al sanchismo es igual a conservadurismo, y la maldad de que el periodismo está erosionando nuestra democracia.
En primer lugar, los medios de comunicación son mayoritariamente izquierdistas, en España y en todas las democracias occidentales en mayor o menor grado. Por la sencilla razón de la mayoría izquierdista entre los periodistas lo mismo que entre los académicos e intelectuales, lo que implica un sesgo enorme en los análisis y los conceptos. Un buen ejemplo es el uso masivo del concepto extrema derecha y el minoritario del de extrema izquierda, algo que vengo analizando desde hace años, y sobre el que la Fundación Disenso acaba de publicar un estudio.
A mi me echaron de las tertulias de TVE tras la moción de censura de Sánchez, años antes me habían echado también cuando Rubalcaba, después de preguntar a Pablo Iglesias en Los Desayunos si consideraba que, ya que ellos llamaban extrema derecha a Vox, podíamos llamar extrema izquierda a Podemos. Me temo que firmé mi «sentencia de muerte televisiva». Así es el pluralismo de la izquierda. Lo aplican con puño de hierro en los medios públicos, y cuando tienen alguna posibilidad de influencia, también en los privados, lo que también he sufrido en mis propias carnes, por esa peligrosa costumbre mía de mantener mis opiniones.
En segundo lugar, a Pedro Sánchez le encanta la palabra conservadurismo para oponerla a progresismo, una manipulación de los conceptos, comprada lamentablemente por amplios sectores de la derecha. El conservadurismo es solo una de las posiciones ideológicas de la derecha, junto al liberalismo y la democracia cristiana, y ahora como en otros muchos periodos históricos las tres representan el cambio frente al socialismo y el comunismo, que son el statu quo, es decir, el poder de socialistas, comunistas e independentistas al frente de España. Pero, además, en eso que llama 90 por ciento de medios conservadores, Sánchez incluye a todos aquellos que le critican, sean de izquierdas, de derechas o de centro. Y ocurre que el antisanchismo no es una campaña de la derecha, sino una valoración compartida por una buena parte de los analistas de los medios de comunicación. Y, en tercer lugar, afirmar que las mayoritarias críticas a su persona están erosionando la democracia, como hizo Sánchez, refleja sencillamente el profundo problema de su liderazgo, esa mezcla de narcisismo, autoritarismo e intolerancia que ha sido bautizada con la palabra sanchismo.
Ahora bien, Pedro Sánchez, como la mayoría de políticos, está demasiado obsesionado con la influencia de los medios de comunicación. La derecha ha logrado mayorías absolutas con un amplio dominio izquierdista de los medios, en España y en otras democracias. Sánchez puede seguir multiplicando sus entrevistas televisivas, pero hay decisiones y valoraciones ciudadanas como el rechazo a su Gobierno y a su liderazgo que no hay medios que las cambien.
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