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29 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

PSOE al borde del ataque de nervios

Se acumulan los indicios de agobio, que tendrán su traca final en el más que previsible recital de Sánchez en el debate de este miércoles

Actualizada 09:35

La jovialidad forzada y el aire de superioridad moral que distinguían los consejos de «ministros y ministras» han desaparecido.
Isabel Rodríguez, la ministra-sonrisa, aparecía siempre de lo más contenta. Motivos tenía. Tras vivir toda su vida del PSOE –a los 22 años ya era senadora–, pasó sin transición de alcaldesa de Puertollano (48.000 habitantes) a convertirse en el rostro mediático del Gobierno. De propina, al mes y medio de obtener su cartera ministerial se dio la feliz coincidencia, revelada ahora por Alejandro Entrambasaguas en El Debate, de que su marido se vio súbitamente contratado como directivo de una relevante firma del Ibex. Ole.
Hasta entonces, al bueno del cónyuge no le había sonreído demasiado la fortuna: empleado en una panadería, reponedor en un súper, comercial de pequeñas firmas saltando de un empleo a otro… Pero por un puro guiño del azar, resultó –¡oh casualidad!– que en cuanto promocionó su mujer la fortuna le sonrió también a él. Una firma del Ibex, que acababa de solicitar al Gobierno una cifra multimillonaria en fondos europeos, reparó de repente en tan enorme talento desaprovechado y lo fichó de inmediato. Un ejemplo más de la fértil meritocracia del sanchismo.
Lo anterior venía a cuento de que a la ministra-sonrisa se le ha borrado de la faz su perenne jovialidad. Un velo de tristeza parece opacar su mirada. Y no es la única. Todo el entorno de Mi Persona transita abatido. Hasta el despeinado de peluquería de Bolaños parece haber perdido un punto de laca altiva. Lo que está ocurriendo es evidente: ellos tampoco se creen los guisos de Tezanos. Saben que pueden estar apurando sus últimos días de pompa y berlina (si todo va bien en Correos).
Las encuestas de verdad son tétricas y el pulso de la calle, también. El «txapotazo» se ha pegado como un chicle al zapato del candidato. La moto del PSOE no arranca y la de Yolanda está gripada. La consecuencia es un ataque de nervios, que tendrá su escenificación máxima en el debate de este miércoles entre Sánchez, Yolanda y Abascal. Al ausente Feijóo le van a pitar los oídos, porque veremos a Sánchez todavía más desatado y bronco que en el cara a cara. Hasta se especula con que puede lanzar una «bomba atómica» contra su adversario. Lo cual resulta dudoso, pues de contar con una bala de plata la habría disparado ya hace semanas.
Los nervios afloran por doquier. Sánchez se da a la fuga de las cumbres europeas para apurar un par de mítines extra en provincias (todavía no se ha enterado de la clave de estas elecciones: el mayor problema y lastre del PSOE es él mismo). Yolanda ha pasado de las sonrisas de sacarina a la faca y recupera a la desesperada la foto de Feijóo y Dorado de hace 30 años, también publicada de nuevo en 'El País'. El periódico oficial del sanchismo se entusiasma tanto que se inventa en un artículo sobre unas falsas declaraciones de Von der Leyen contra Feijóo (y la cantada es tal que la Comisión Europea ha salido a desautorizar el bulo, pero aún así el intrépido presidente socialista del Senado se tira a la piscina y amplifica raudo la mentira). La sección sindical de UGT en TVE («la televisión de todos», que diría Silvia Intxaurrondo) pide abiertamente que no se vote a PP o Vox, acreditando así la acendrada neutralidad de un medio que estamos todos a forzados a sostener con nuestros impuestos. Por su parte, los separatistas catalanes y vascos, intuyendo que su rehén de la Moncloa va a pinchar, ya hacen sonar tambores de vuelta al monte.
Mal perder, y es solo el principio. Si el nuevo Frente Popular cae este domingo, en septiembre ya tendremos jaleo en las calles. Hasta Pepe Fulares y Unai Sordo emergerán de su letargo perfectamente subvencionado y organizarán protestas y huelgas. La izquierda parte de la base de que está en posesión de la verdad absoluta. Así que no va a aceptar que gobierne una mayoría discrepante del correcto credo.
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