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05 de mayo de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

La amnistía no es el olvido

Anteayer los fascistas catalanes ya recordaron durante la Diada (tan democráticos con esas antorchas nazis) que la amnistía no es el objetivo final, sino un simple vehículo para llegar a la meta: la autodeterminación

Actualizada 01:30

Alos que sostienen con la habitual trompetería oficial que la amnistía es un ejercicio de pacificación y de olvido encaminada a desinflamar el «problema catalán» cabe recordarles que, a diferencia de lo que ocurrió en 1977, con un cambio de régimen y el deseo de aquella generación política de poner el contador a cero, en esta aberración sanchista no se va a olvidar nada. Será mucho peor. Se va a recordar, blanquear e inscribir con letras indelebles que el golpe que dieron los separatistas el 1 de octubre de 2017, borrando de un plumazo la Constitución y el Estatuto en Cataluña, fue un acto de legitimidad democrática frente a un Estado opresor, colonizador y detentador de una legalidad dictatorial.
La amnistía que prepara Pedro Sánchez no es el olvido. No. Es la refutación de España como Estado de derecho. Porque esto no es un problema de carácter jurídico ni un debate entre constitucionalistas. Es un intento de legalizar un golpe de Estado. Cuando se aprobó una ley de memoria democrática donde se proclamaba la prolongación del franquismo en la primera legislatura de Felipe González se allanaba este sendero que está a punto de transitar con felonía el inquilino de Moncloa. Hoy el PSOE ha optado por un camino de radicalidad que, con tal de mantenerse en el poder en Ayuntamientos, comunidades y en el Gobierno de la nación, impone un frentismo que no tiene vuelta atrás.
Y ante todo ello, un silencio lanar de la dirigencia socialista, que solo responde a la disciplina sanchista y a la necesidad de llenar la nevera, aunque sea de inmoralidad, que oye a antiguos responsables del partido con un desprecio propio de su indigencia moral e intelectual. Es muy difícil dar marcha atrás porque el partido está asentado sobre unos pactos que le permiten estar en el machito. Es una estrategia que responde a los intereses del socialismo catalán, primero de Iceta y ahora de Illa, para disputar a los partidos soberanistas la hegemonía en la política catalana. A cambio de ganar la Generalitat de Cataluña se aniquilan los valores de un partido que fue de Estado y, de paso, se anega la Constitución.
Hace años el PSOE tenía controles democráticos internos, en órganos que llegaban a rechazar las propuestas de Felipe González. El guerrismo era un auténtico frente opositor de la Ejecutiva y al presidente del Gobierno de entonces le costaba a veces sacar adelante las estrategias que defendía. El cambio de postura respecto a la OTAN fue un claro ejemplo. Ahora no hay ni un solo contrapeso y si cabe alguna duda sobre el respaldo a la Ejecutiva se acude a las bases, que son más podemitas que las de Pablo Iglesias, que siempre estarán de acuerdo con las políticas rupturistas que proponga Kim Jong-Sánchez si es a cambio de aislar a la derecha (a más de la mitad de los españoles) y perpetuar a esta izquierda anticonstitucional en el poder.
Anteayer los fascistas catalanes ya recordaron durante la Diada (tan democráticos con esas antorchas nazis) que la amnistía no es el objetivo final, sino un simple vehículo para llegar a la meta: la autodeterminación. Un referéndum que se celebrará no para decidir el futuro de los catalanes sino de todos los españoles sin consultarnos a los que tenemos derecho a decidir sobre lo que es nuestro. Y cada jirón, cada cesión, cada genuflexión ante los golpistas es un paso adelante hacia el abismo. Que no tiene marcha atrás. Porque la amnistía no será el olvido, será el recordatorio de que España es una mentira, una catástrofe, un Estado autoritario que persiguió a unos pobres demócratas liderados por una eminencia política tocada con un mocho capilar, que nos llevará a cruzar otros mares de locura, como en el bolero. De los que ya no volveremos.
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