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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El dolor de la coherencia

El ser humano puede perder todo, menos su sitio. Sin sitio, el hombre se convierte en un pelele, en una cometa desgobernada, sin hilo, a merced del aire

Actualizada 01:30

La coherencia, es decir, el cumplimiento y la lealtad a la conexión, relación o unión de unas cosas con otras, a la renuncia del extravío de la decencia anímica o material en defensa de la honradez, resulta, casi siempre, dolorosa. La jubilación del magistrado don Manuel Marchena, ejemplo de coherencia y respeto a la vocación a la que ha dedicado su vida, nos ha dejado a los españoles desprotegidos de un árbitro de la Justicia, y por ello, más vulnerables e indefensos ante la incoherencia de los rufianes. Mantenerse en el sitio elegido voluntariamente es muy complicado en la vida. El ser humano puede perder todo, menos su sitio. Sin sitio, el hombre se convierte en un pelele, en una cometa desgobernada, sin hilo, a merced del aire.

Que un grupo de golfos millonarios canten La Internacional, es una prueba sangrante de incoherencia. Sangrante, porque su vibrante melodía y sus tres textos diferentes, nos recuerdan a más de cien millones de personas que han sido asesinadas por el comunismo. Se entiende que cante La Internacional la mujer de Sánchez, que después de ímprobos esfuerzos académicos y comisionistas sólo ha conseguido reunir 40 euros de ahorros distribuidos en once cuenta corrientes. Pero ni su amante y amado esposo, ni los ministros de su Gobierno, ni los secretarios de Estado, ni los presidentes autonómicos, ni los centenares de miles de asesores, periodistas contratados, periodistas subvenciones indirectamente, comentaristas en las redes organizados para mantener la podedumbre de la manipulación y la corrupción, pertenecen a la famélica legión que protagoniza la Internacional. No resulta coherente. Julián Besteiro fue un socialista coherente, un hombre decente que no perdió su sitio, y su procesamiento y posterior condena hirió gravemente de incoherencia a quienes le condenaron. Coherente fue el sindicalista Marcelino Camacho, fundador de Comisiones Obreras, obrero metalúrgico, que también padeció el dolor de la coherencia. Coherente fue José Utrera Molina, ministro de la Vivienda, tan coherente con la cartera que le encomendaron, que durante su mandato se construyeron en España centenares de miles de viviendas protegidas. Incoherente es Sánchez, que después de seis años sin construir ni una sóla vivienda social, promete ahora la creación de un institituto que financiará la construcción de 100.000 viviendas, siempre claro, que atienda previamente a los engañados de la isla de La Palma y las víctimas de la riada de Valencia. Su atribulada visita a Paiporta, dejando sólo al Rey y saliendo a toda pastilla como un conejo rodeado de escoltas, es imagen, por otra parte, de coherencia. Un cobarde que se comporta como un cobarde, es coherente, y no hay vuelta de hoja.

He leído, y he sonreído, con un mensaje colgado en las redes sociales. En su texto combaten la coherencia y la incoherencia, con resultado a favor de la primera. Dice así: «En 1945, Franco creó la paga extra de Navidad. Setenta y nueve —79—, años después… siguen sin aparecer rojos renunciando a ella».

Creo que los de la Memoria Democrática han dejado pasar una gran oportunidad de cubrirse con coherencia. Cuando todo lo referente a los hechos positivos del franquismo puede ser interpretado como un delito, percibir esa paga extraordinaria estando en total desacuerdo con el estadista que la creó, puede llevar a la incoherencia a los límites del Código Penal. Se dan dos casos muy aplicables a la incoherencia en las izquierdas. Ningún socialista, comunista, podemita, bilduetarra, o separatista, ha renunciado en los años de nuestra democracia a la paga de Navidad impuesta por Franco. Del mismo modo, que ningún activista de la izquierda intentó, mientras el comunismo levantó el Muro de Berlín, cruzarlo al revés. Ahí triunfa la incoherencia. En las rebosadas de postureo izquierdas españolas, la incoherencia es coherente, y profundizar en ello, origina líos mentales de imposible curación.

Si la izquierda y sus aliados renunciaran a percibir la paga franquista, habría dinero para enviar a La Palma y las zonas afectadas por la Dana mediterránea, y aún sobraría fondos para colocar la primera piedra de las 100.000 viviendas que Pedro Sánchez ha prometido construir mientras era ovacionado por sus pelotas, dejando al lector la libertad de interpretar la anterior frase a su gusto, intención y recochineo.

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