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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El camachuelo despectivo

He consultado con la Oficina de Corrección Política «Sostenible», dependiente del Ministerio de Igualdad, y he sido autorizado a escribirlo sin amenaza de querella criminal. Los machos son infinitamente más atrayentes que las hembras, y no hay tutía

Actualizada 10:47

El camachuelo, «Pyrrhula pyrrhula» es un bellísimo fringílido. El ave más vistosa y arrogante que vive, come, se reproduce, descansa y vuela en España. Se presenta con frecuencia en mi jardín en los meses fríos, los del bosque detenido. Iniciado el renuevo, me abandona. El macho, con el permiso de Irene Montero, luce un capirote negro, el obispillo blanco, pico corto y grueso, y pecho de color carmín excesivo. La hembra, más discreta, luce un pecho de color pardo rosado. En la naturaleza, las aves y mamíferos acostumbran a ser más llamativos y atrayentes que las hembras. He consultado con la Oficina de Corrección Política «Sostenible», dependiente del Ministerio de Igualdad, y he sido autorizado a escribirlo sin amenaza de querella criminal. Los machos son infinitamente más atrayentes que las hembras, y no hay tutía. Por otra parte, sólo existen dos géneros, el masculino y el femenino, y no pierden el tiempo en tonterías. La brillantez del macho es la que decide a las hembras la elección para asegurar una próspera descendencia. Pero el amor por los hijos no es como en los seres humanos. Se olvidan pronto. El padre de una camada de perros, al cabo del tiempo, no tiene inconveniente en enzarzarse a mordiscos con un hijo cuando el celo azuza. Soy un enamorado de los campos, la vida natural y sus criaturas, pero en lo que respecta al respeto y cariño familiar, salvo excepciones, la capacidad de mamíferos y aves para mantener unida a la familia, es muy mejorable. Pero voy con mi camachuelo.

Ilustración de Barca

Barca

Mi camachuelo, como todos los de su especie, parece un pájaro traído de la selva del Amazonas o de Papúa y Nueva Guinea a los bosques cantábricos. Sus parientes fringílidos, los pinzones, jilgueros y verderones, a su lado, experimentan acusados complejos de inferioridad. El mío se posa sobre un murete de piedra, ahuyenta a los petirrojos, rechaza el alpiste que distribuyo entre los varios comederos, y cuando parece que nuestras relaciones personales se endulzan y alcanzan un principio de amistad, me mira con desprecio y deja de ser mío. Porque los pájaros son así. Son de cada uno mientras permanezcan en sus dominios, y pasan a ser de los vecinos cuando vuelan y ocupan ramas, arbustos y prados de otros.

El petirrojo es el más confiado. Y con paciencia, adquiere la confianza de comer en mi mano. Su pico, muy corto y punzante, resulta muy hiriente cuando confunde un grano de alpiste con la yema de un dedo, pero merece la pena. Come y agradece. Si Begoña Gómez fuera un petirrojo hembra, no tendría que trabajar tanto para ahorrar 40 euros y distribuirlos en once árboles diferentes. Conmigo tendría el condumio gratuito. Hay otro pájaro por ahí, un cuco, que se llama Güemes, que sabe muy bien dónde y cuánto le ingresaban a la camachuelo Begoña sus esforzados dineros ganados con el sudor de sus alas. Güemes volaba antaño a las órdenes de Esperanza Aguirre, por cuya honradez pongo la mano en el fuego. Lo que no tiene ni tuvo jamás Esperanza es acierto psicológico. Se rodeaba de pájaros poco fiables, y algunos de ellos terminaron en la jaula. Güemes no quiere terminar en la jaula, porque no hizo otra cosa que obedecer a pies juntillas al gerifalte, y el gerifalte planea a mucha altura.

Pero de nuevo se me ha escapado mi camachuelo. Hoy, una vez más, mientras los jilgueros, gorriones, verderones, petirrojos y pinzones se disputaban el refectorio, el camachuelo se ha posado en el murete, ha mirado con desprecio a sus hambrientos parientes, y cuando le he saludado alzando una mano rebosada de alpiste, me ha mirado con arrogancia y se ha largado a otros árboles para ahorrarse la pesadumbre de agradecer mi limosna.

Limosna, que con toda sencillez y afecto, ofrezco a la camachuelo hembra Begoña para que adquiera, al menos, un par de chupa-chups. Con cuarenta euros, le sobra. La naturaleza es sabia.

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