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Enrique García-Máiquez

¿Quién le teme al Vox feroz?

Feijóo no para de repetir que no quiere pactar con Vox. Con tanto miedo cae en las trampas tan tontas que le pone Sánchez, que así queda como un tío listísimo sin serlo, por contraste

Actualizada 01:30

Escribí un artículo con la intrépida tesis de que el PP no es tan torpe. Esto es, que no le ha regalado al PNV el palacete en París, a Sánchez la satisfacción de plegarse a su chantaje y a los okupas una cobertura a cargo del presupuesto público por un descuido pivotante. Yo sostengo que lanza un guiño a los nacionalistas del PNV y de Junts e incluso al PSOE güeno (sic) de que es un partido que sabe hacerse el tonto (guiño, guiño) con la esperanza de poder pactar con cualquiera de ellos antes que con Vox.

Pero ¿a cuento de qué ese miedo cerval a Vox en un Partido Popular que en todas las encuestas le saca el triple de votos? Que existe es evidente, por los extraños que hace. El voto a favor del mini ómmnibus de Sánchez, las carantoñas a Junts de Moreno Bonilla, los contraproducentes desplantes de María Guardiola, etc. Feijóo no para de repetir que no quiere pactar con Vox. Con tanto miedo cae en las trampas tan tontas que le pone Sánchez, que así queda como un tío listísimo sin serlo, por contraste.

Es cierto que Vox, como explicaba Estefanía Molina en El País, ya no es un novato maleable. Que abandonase de la noche a la mañana los gobiernos regionales de coalición cuando el PP se negó a atender sus demandas mínimas sobre realojo de ilegales fue un aviso de ferocidad negociadora. Aun así, se diría que el PP tiene músculo de sobra para no temer a un partido menor que estaría, como insiste Santiago Abascal, dispuesto a facilitar la alternancia.

Desde luego el miedo no es porque Vox espante votos, como dicen los gurús y los opinadores profesionalizados. En todas las encuestas sale que la suma sale. Tampoco los politólogos deberían asustar a Feijóo ni a sus consejeros: el manual básico del spin doctor del ala oeste afirma que en un gobierno de coalición, el partido grande se merienda al chico, tal y como Sánchez se ha comido a Podemos. ¿No se ve Feijóo repitiendo el abrazo del oso a su ala derecha o qué? Por último, está la fe en las propias ideas y en el propio programa. Si el PP saca tres veces más votos que Vox, lo equitativo sería que cumpliese tres cuartas partes de su programa, mientras Vox llevaría al gobierno de coalición un cuarto del suyo.

Y, sin embargo, las resistencias son evidentes, repetidas y contraproducentes. ¿Por qué? No se puede entender la política española sin contestar a esta pregunta.

El PP teme un cambio tectónico. Si el único eje de la política fuese el de la izquierda contra la derecha, el acuerdo caería por su propio peso. El problema es que hay otro eje: los sistémicos contra los rebeldes. El PP quiere, básicamente, seguir como estamos, pero estando él, y Vox aspira a darle a España la vuelta como un calcetín.

Bueno, podríamos decir, pero teniendo mucho más volumen el PP, ¿qué le importa el eje de Vox? Verdad, pero no todo es masa, también está la levadura; y Feijóo, que, como defiendo siempre, no es torpe, se da cuenta. Vox tiene sus ideas muy arraigadas y, además, sus contactos internacionales son mejores y crecen. El tanto por ciento de los votos no son los únicos tantos que cuentan este marcador. Por último, paradójicamente, los dirigentes del PP saben —con desagrado— que los votantes del PP, optan por la opción más segura, pero que en su corazoncito les agradan las propuestas de Vox. Dejar que el partido verde las desarrolle es ponerles el caramelo a los suyos demasiado cerca de la boca.

Estas son las líneas de fuerza que tiran a favor y en contra del pacto al que abocan todas las encuestas. Si el PP puede evitarlo, lo evitará, con palacete incluido; y si no puede, resultará interesantísimo.

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