Por favor, Donald, no te metas con Pedro
Con todos sus defectos, con todos sus antecedentes penales y con todas sus pulsiones, hay una diferencia crucial entre Pedro y Donald. En verdad, dos
Aun a riesgo de parecer un columnista de provincias, de los que arreglan desde un periódico local toda la geopolítica mundial, quisiera pedirle a Donald Trump que por favor no se meta con Pedro Sánchez. Que no se enfade por que nuestro fraudillo se haga fotos junto a Xi Jinping o le lleve flores a Ho Chi Minh. No le dé ese gusto. No le deje presentarse como su antagonista interplanetario ni le permita apuntalar su penosa mayoría con un argumento polarizante nuevo ahora que ya caducaron la fachosfera, los lamborghini y las universidades privadas.
Hoy es muy fácil reírse de Donald Trump, sobre todo después de poner en pausa los aranceles que anunció a bombo y pizarra hace solo siete días. Sin embargo, con todos sus defectos, con todos sus antecedentes penales y con todas sus pulsiones, hay una diferencia crucial entre Pedro y Donald. En verdad, dos. La primera es que Trump ganó las elecciones de su país, con holgura además, cosa que aquí no ocurre. Y la segunda es que gobierna con la intención de cumplir su programa, cosa que aquí tampoco se da, pues Sánchez gobierna con el programa de otros, concretamente con el de un señor que no sabemos ni siquiera dónde está empadronado y que para más señas es un prófugo de la Justicia por malversador y sedicioso.
En España nos hemos acostumbrado a que un hombrecillo con 121 escaños haga de nuestro país un sayo, rebajando sus estándares democráticos hasta la Tercera División Mundial. En Estados Unidos conviven con las chulerías de Trump y aquí lo hacemos con las sobradas de un mentirómano que tiene una frase de su «yo» pasado para cada sentencia de su «yo» presente. Un taimado que ha arrastrado a España por listados como el de Transparencia Internacional, que en su Índice de Percepción de la Corrupción nos sitúa por detrás de países como Ruanda o Arabia Saudí.
Por tanto, solo queda pedirle a Donald Trump que no prolongue nuestra agonía dándole a Sánchez la oportunidad de relanzarse como el último antitrumpista vivo, o incluso como un demócrata ejemplar. Pocas cosas pondrían más cachondo al batallón de asesores presidenciales que un exabrupto de la Casa Blanca en dirección Moncloa. Sería como si le volviese a caer el palo de Paiporta: la ocasión perfecta de presentarse falsamente magullado, pero todavía con fuerzas para decir «yo estoy bien».