¿No quedan valientes?
La pasividad también es una elección. Que te compromete, que te mancha como cualquier otra, porque somos cómplices si miramos hacia otro lado. No digo yo que el gigante tripón tuviese que jugarse la vida (o sí), pero de ahí a retirarse para dejar pasar al caco hay un trecho por recorrer. Podríamos empezar por este poquito de compromiso ciudadano básico
Escribo enfurecida por la falta de gallardía que presencié el lunes antes del apagón. Salía yo del Mercadona, cargada con bolsas en ambas manos, cuando al otro lado de la calle me hipnotizó el bailoteo de la capa de una señora que hablaba por teléfono distraidamente. Hacía años que no veía una prenda así: cortada a lo Carlos III de chocante tela bordada, adamascada y verde. Mientras reflexionaba sobre la delgada frontera que hay entre el estilazo y la extravagancia al vestir, un energúmeno de un metro sesenta con capucha dio un brinco felino, embistió por detrás a la señora de la capa, le arrancó el móvil de la mano y huyó. «El móvil, se ha llevado mi móvil». Solté mi compra y me puse a correr por la acera de enfrente a la altura del ladrón (ventajas de no llevar nunca zapato de tacón para ir al supermercado) gritando lo mismo que la de la capa: «El móvil, le ha robado el móvil». El caco, dotado con la potencia de la juventud, corría como el diablo y se escapaba, pero en su camino se interponía un hombre de enorme envergadura y tremendo barrigón que había presenciado la escena igual que yo. Nos miramos, le señalé al ladrón que corría hacia él por la estrecha acera, acorralado en la manga ganadera formada entre el edifico y los contenedores reventados de basuras, el panzón andante lo vio, miró su teléfono como si hubiese oído alguna alerta, se apartó y le dejó pasar. El furtivo pasó como una centella por su lado, no sin antes dedicarme una mirada burlona mientras me hacía el signo del dedo. Escapó. No lo entiendo, bastaba con que ese hombre no moviese su mole corpórea. ¿Fue cobardía? Vergüenza, desde luego, sí sintió. Me quedé mirándolo desde el otro lado de la acera apoyada sobre mis rodillas tratando de recuperar el resuello y él bajó la mirada, dio la vuelta interpretando más embeleso, si cabía, en una conversación telefónica ficticia y se puso de perfil. Después fue el apagón.
No son tiempos buenos. No saldremos más fuertes de nada de lo que estamos viviendo porque nuestra principal debilidad no es que nos pasen cosas graves, sino que cuando nos pasan, y nuestros gobernantes no toman medidas, mienten explicaciones y no asumen responsabilidades, no reaccionamos. Lo vemos y nos ponemos de perfil como el panzudo en retirada. ¿Qué tiene que pasar para que reaccionemos?
España se queda sin suministro eléctrico por primera vez en su historia, hospitales con operaciones interrumpidas; aeropuertos paralizados; sin semáforos; miles de familias sin noticias de lo que pasaba en el mundo o en casa; ha habido que rescatar a 30.000 personas en trenes; cadenas de frío rotas; sin agua en muchos casos; sin bancos ni sus apps, ni sistemas de pago porque el dinero electrónico no servía para pagar, las horas pasan, no se puede repostar combustible. Nadie llega a trabajar, cerramos… o vuelve la luz o el mundo se va a parar. Lo llaman una «incidencia técnica puntual» y descubrimos que la empresa más estratégica del país lleva más de dos décadas funcionando como una agencia de colocación política gobernada por criterios ideológicos en lugar de técnicos.
Llevamos 20 años de estancamiento económico; un endeudamiento masivo que someterá a nuestros hijos y nietos del que ningún político responderá; el asalto a la economía del ciudadano de a pie es sistemático con el 56% de nuestros sueldos destinado a impuestos y sufriendo una inflación galopante. Se demuestra que la pandemia que mató a miles salió intencionadamente de un laboratorio chino, que las vacunas no servían, que nos encerraron y cerraron nuestros negocios inconstitucionalmente mientras los gobernantes se corrían juergas en el Parador de Teruel celebrando cómo se forraban. Se demuestra que las riadas arrasaron Paiporta porque en 20 años de sucesivos gobiernos (tanto PP como PSOE) no se aprobaron deliberadamente las infraestructuras hídricas esenciales que habrían salvado vidas de españoles de bien. Provocan la islamización de nuestra sociedad, cada vez más insegura. Pero todo sigue igual. Ni el Gobierno ni la oposición rectificarán su agenda de la eco-idiotez y seguiremos de perfil…
«Nada de lo humano me es ajeno», dijo el romano Publio Terencio. Si miramos dentro de nosotros ahí encontramos todo, lo sublime y lo atroz, la capacidad para acabar convertidos en héroes o en villanos. Y dentro de este casi infinito abanico de posibilidades uno escoge. Porque uno escoge siempre. Aunque no se posicione, ni diga nada, ni sepa nada y siga votando igual… escoge porque la pasividad también es una elección. Que te compromete, que te mancha como cualquier otra elección, porque somos cómplices si miramos hacia otro lado. No digo yo que el gigante tripón tuviese que jugarse la vida (o sí), pero de ahí a retirarse para dejar pasar al caco hay un trecho por recorrer. Tal vez podríamos empezar por este poquito de compromiso ciudadano básico. En fin… Yo de momento me voy a tomar en serio lo del running otra vez porque casi perezco con la carrerita en cuestión y tal vez me apunte a defensa personal por si las moscas, porque, aunque malos hay pocos (quedó demostrado durante las horas de apagón), cobardes y pasotas hay muchísimos y esto va para largo y a peor.