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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El arte de elegir bien a tu enemigo

Dudo que a muchos votantes de derechas les guste que Abascal y Garriga se centren en zumbarle al PP justo cuando eclosiona toda la putrefacción sanchista

Act. 30 may. 2025 - 09:49

Una acusada diferencia entre los votantes y comentaristas de izquierdas y derechas es que los primeros cierran filas con todo lo suyo, tragando incluso de manera execrable con las más oprobiosas formas de corrupción. En cambio, en el bando diestro se practica siempre la crítica a lo propio, aplicando a veces una severa lupa para resaltar toda imperfección.

La izquierda se cala sus orejeras, pues parte de que lo suyo es perfecto. Pero la derecha, quizá porque gusta más de la libertad en todos los órdenes, practica una permanente y oxigenante autocrítica. El resultado es que no ha habido líder de la derecha española con posibilidad de gobernar que no haya sido despellejado por parte de su parroquia. Suárez era para algunos solo un relaciones públicas. Aznar fue saludado a su llegada como «un Charlotín» sin posibilidades. Rajoy sufrió ráfagas de fuego amigo, incluido el sonado amago de Esperanza. Feijóo le parece demasiado flojo y moderado a parte de su hipotético público.

Como comenta a veces un sagaz amigo, el líder que demanda la derecha española debe poseer el coraje y la dialéctica de Churchill, el aplomo de estadista de Adenauer, la visión estratégica de Metternich y gastar la planta de George Clooney. Y eso simplemente no existe.

A mí a veces también se me desborda la paciencia y he demandado más pulso y más calorías ideológicas en el PP (sin ir más lejos, creo que deberían presentar una moción de censura, aún sabiendo que la perderían, porque es la manera de plasmar formalmente ante la sociedad española toda la miseria del sanchismo y de escenificar una alternativa). Pero aunque la flacidez ideológica de Génova puede llegar a resultar exasperante, cada momento tiene su afán, como decía el sabio Libro del Eclesiastés. Y en este instante de España la urgencia no es poner verde al PP, sino acabar políticamente con Sánchez, que dirige un partido corrupto y un Gobierno paralizado, montado además sobre la mentira y traición a España.

Por eso dudo que la mayoría de los votantes de derechas compartan lo que hicieron ayer Abascal y Garriga: zumbarle a saco al PP cuando estamos asistiendo a la eclosión más cruda de toda la mugre del sanchismo (y cuando además están en marcha planes tan peligrosos como una maniobra para que la izquierda controle la carrera judicial, o una erosión de las bases de nuestra democracia mediante un manejo casi delictivo –o sin casi– del TC). ¿De verdad es ahora el momento de que la derecha y el centro-derecha se den patadas en la espinilla?

Feijóo ofreció este jueves una alocución especial para lanzar un demoledor ataque contra Sánchez, al que ya había llamado «capo» en un tuit de buena mañana. Habló de un Gobierno «en estado de putrefacción» y de «degradación total». Llegó a decir que «esto va de democracia o mafia». Descartó una moción de censura, alegando que no le salen las cuentas, pero convocó una manifestación el 8 de junio para ofrecer «una respuesta clara y contundente ante esta decadencia».

¿Y cuál fue la reacción de Abascal y Garriga? Pues una crítica frontal al PP, al que acusan de sostener a Sánchez. «Si hoy Sánchez sigue en el poder es porque Feijóo y el PP le están otorgando permanentemente balones de oxígeno». El argumento de Vox es que conserva la Moncloa porque el PP apoya a los socialistas en la UE.

Mi opinión de observador amateur es que Sánchez aguanta pese a todo el carajal que tiene encima por tres motivos:

1.- Carece de moral. Le da todo igual. Y eso crea un serio problema a la oposición, pues es difícil derribar a un gobernante que no dimitiría ni aunque lo pillasen robándole bocatas a los niños a la puerta de un cole.

2.- El PSOE, con su estrategia guerracivilista, conserva casi un 30% de los votos. Su potentísimo cañón de propaganda ha logrado que parte de la población compre el lema de «cualquier cosa con tal de que no gobierne la derecha».

3.- El PSOE suma una mayoría porque se ha saltado todas las líneas rojas establecidas, incorporando a su coalición a los comunistas, los separatistas y el partido de ETA. La democracia española no estaba preparada para un personaje de la amoralidad táctica de Sánchez.

No acabo de entender cómo conjuga el PP su supuesto apoyo a Sánchez con el hecho de haberle hecho perder 140 votaciones en lo que va de legislatura. También se me escapa cómo Feijóo puede sostener a Sánchez si al tiempo lo llama «capo de la mafia» y sostiene que «ataca a los jueces, persigue a la Guardia Civil y a los periodistas y ha urdido una trama de corrupción para servirse de lo que es de todos».

Vox es un partido diferente del PP, del que se ha ido distanciando cada vez más, y lógicamente todo el derecho y legitimidad para que así sea. Pero a veces cunde la sensación de que no acierta a la hora de elegir enemigo. Hoy en España la emergencia nacional se llama Sánchez y las bofetadas entre partidos de su oposición son un bálsamo para sus heridas. Es normal que Vox aspire a crecer, e incluso a soñar con constituir algún día una alternativa de Gobierno. Pero en esta hora tan crítica anteponer sus cálculos electoralistas a intentar acorralar a Sánchez no sé si supone un gran servicio a nuestro país.

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