La verdad os hará libres
Lo que somos hoy se lo debemos a esos profesores que se empeñaban en que aprendiéramos valores más que cuál era la capital de Guyana
Hace unos días, tuve la oportunidad de volver a juntarme con mis compañeros del colegio. Veinte años han pasado ya desde aquella graduación, veinte años que no es nada para algunos, como el tango de Gardel, aunque para otros la banda sonora se parece más al Cómo hemos cambiado de Presuntos implicados. Dos décadas dan para mucho, para que Caba y Chori ahora sean Guillermo, que el Bakala sea Santi y que Oruga sea más conocido como Luis. Aquellos que entonces recibían amonestaciones por llegar tarde o por ir en zapatillas a clase, hoy son ingenieros, empresarios, psicólogas, topógrafas o abogadas de Adif. Y lo deben, en gran parte, a esa educación del colegio y a esos profesores que se empeñaban en que aprendiéramos valores más que cuál era la capital de Guyana (aunque también hubiera que saberlo).
Esos profesores ahora tienen también 20 años más y nosotros, la edad de ellos entonces. Cómo olvidar a Lourdes, a Pablo, a Iñaki, a María José y a Lola (aunque no quisiera venir al encuentro). Cómo no valorar ahora, después de dos décadas, las broncas de Lié por nuestra falta de esfuerzo, la perseverancia de Ignacio Antón para que entendiéramos a Kant y a Nietzsche y la retranca de don Daniel cuando fallábamos en el análisis sintáctico. Y tantas otras cosas, charlas y consejos en aquel colegio que parecía Hogwarts que han hecho que hoy seamos lo que somos.
Pero no solo a nivel profesional, sino también personal y familiar. Si dicen que cada vez hay menos niños, nuestra promoción debe romper la estadística, ya que de los cerca de 50 que nos juntamos, solo tres o cuatro no los tienen. Algunos incluso han formado una familia numerosa que ya aprende, como hicieron ellos, en las paredes de Castelló 56. Así, al menos, se garantizarán que la verdad los hará libres, como dice el lema del colegio, y que la educación que recibirán será más cercana a la suya que a la que se da ahora. Porque o nos hemos hecho mayores o la educación de los jóvenes de hoy no es la misma que la nuestra. O las dos cosas.