El martes de la armonía
Creo que dicho encuentro es fundamental. No hay ministro que hable bien de otro colega, y Sánchez habla mal de todos
Una vez al año, que no hace daño, los señores académicos de la RAE se reúnen para compartir el café o la merienda que les ofrece el director de la Casa de las palabras. Ese día, no siempre lo consiguen, prevalece la armonía, aunque de cuando en cuando aquel portentoso escritor y sublime gamberro don Camilo, se entretenía molestando a unos y otros. Le susurraba a Mingote, íntimo amigo: Le voy a tocar un poco los cataplines a Javier Marías, pero no decía cataplines, que los saberes de don Camilo en nuestro idioma común – y universal-, no se paraba en barras. Porque en la RAE hay tendencias políticas encontradas, amistades inexistentes y reivindicaciones de los filólogos y gramáticos. Por lo normal impera la cortesía y la buena educación, milagro de los hombres y mujeres de letras, siempre excesivamente vanidosos.
La propuesta que envío al Gobierno de la Nación es la de crear la merienda de la cortesía los martes por lo la tarde. Se trata del único día de la semana posible. Los lunes los Sánchez retornan del puente, el jueves al atardecer ya están en La Mareta, Los Quintos de Mora o el Coto Doñana, el viernes descansan, el sábado mantienen el descanso, el domingo hacen los equipajes y vuelven a Madrid el lunes por la mañana, literalmente agotados. Creo que dicho encuentro es fundamental. No hay ministro que hable bien de otro colega, y Sánchez habla mal de todos. Fuentes bien informadas me han revelado que días atrás cuando Yolanda Díaz, emitió su majadería habitual, Sánchez extrajo de su bolsillo derecho un matasuegras y le sopló a su vicepresidente en la oreja, lo cual se le antojó incorrecto a Miss Fene. Pero ese gesto dio pie a chacotas y comentarios jocosos, abriendo nuevos canales de información. España, que va de mal en peor, iría un poco mejor si los ministros se tuvieran más escogido aprecio. Por una broma así, Maduro, Cabello, Petro, Ortega, y demás asesinos, matarían sin piedad al autor de la broma, que con las cosas del poder no se juega.
En la nación más civilizada de Islandia, estando quien escribe ahí, leí en el periódico islandés, que me ayudó Mingote a traducir, que la entonces presidente, doña Vigdis Finbogadottir, que todas las noches se comía un sándwich de salmón, fue objeto de una broma pesadísima de su mayordomo Tovar Hinhboga. Le cambió ¡el salmón por una trucha! Y no dejaron de hablarse ni tratarse con cortesía. Figúrense a la señora – futura señorita-, Gómez – que últimamente está de uñas con Sánchez-, que en un vuelo pida caviar y le sirvan un canapé de caballa. Antes que a ella, imputada por cinco graves delitos, la juzgarían más tarde, por orden del Fiscal, que al servidor aéreo causante de la broma.
Urge más armonía en un Gobierno cuyos miembros se odian.