Terrorismo esnob
Lo que he pretendido explicar es que el esnobismo impera actualmente en el más brutal salvajismo. Que nos van a echar de los foros y campeonatos deportivos. Que los cafres que boicotearon la Vuelta a España estaban drogados o pagados, o ambas cosas
Todo, aunque parezca inexplicable, tiene un motivo de ser. Que un presidente del Gobierno aliente, apoye y elogie el terrorismo, ingresa con todos los honores de lo inexplicable con un motivo de ser. Para mí, que los consejos de ministros los superan con copas, y salen de La Moncloa a gatas, aullando y con todos los culos pateados por los zapatos en punta del Supremo Hortera. Se dio, en un tiempo, un nuevo ejemplar de esnosbismo, que aún perdura sin tanta fuerza como antaño. Las hijas de los nobles que nacían feas eran todas de izquierdas, y su ídolo la duquesa de Medina Sidonia, porque así se lo manda su sangre. Vivían en las grandes casas de sus padres, tenían un 'seiscientos' y muchas de ellas terminaban en los exóticos mundos de las tortillas.
Frente con frente estaban los resentidos. Para mí, que Pedrito Sánchez, que había pedido a los Reyes Magos lo que todos reclaman de los generosos organizadores de la Cabalgata, se llevó una decepción cuando advirtió, junto su zapato, un traje marrón de Sepu. Y peor le sucedió a Albares, que ya soñaba con glorias diplomáticas y los Magos le dejaron en su rincón un vestido precioso de almirante adquirido en los 'Almacenes Bobo y Pequeño', lo cual le hirió sobremanera. Lo interpretó como una impertinencia con segundas intenciones. Y se hizo republicano. Sin ánimo de molestar a nadie intentaré pasar por alto que los Reyes Magos más generosos fueron durante muchos años los de mi casa, hasta que nos brotaban los primeros pelitos en las piernas. Mi madre era tajante; «Si a un niño le crecen los pelitos de las piernas tiene que renunciar al milagro de los juguetes». Jamás se rasuró Amalita, la hija de un guarda, y establecí una batalla entre su dignidad y la de Melchor. Y ganó Melchor.
Y lamento haber desconocido a Pablo Iglesias (al que nunca trajeron los reyes las monumentales cajas de lápices de colores Stabilo o Caran d'Ache, porque ya era malísimo) y le preguntaba a su padre todos los días por qué huía tanto de la Policía y la Guardia Civil.
Entiendo y comparto los recuerdos de muchos lectores y deploro lo regalado por Sepu, «Almacenes Bobo y Pequeño» y ese hombre tan raro que se ha colado en este artículo.
Lo que he pretendido explicar es que el esnobismo impera actualmente en el más brutal salvajismo. Que nos van a echar de los foros y campeonatos deportivos. Que los cafres que boicotearon la Vuelta a España estaban drogados o pagados, o ambas cosas. Que cortarse el pelo a hachazos ya queda antiguo, y que las pulseritas amenazantes dan bastante risa. Lo que no es admisible es dejar sin medios de defensa a los que nos defienden a todos, incluidos ellos. Y seguir teniendo un aspirante oficial a la delincuencia de presidente del Gobierno.
Claro, que aquello de Sepu fue muy gordo.