Lo de Ángel Víctor Torres
Esto es el sanchismo: si no me pillan robando, que me pidan disculpas porque lo único que he hecho es mentir y ayudar a corruptos
Como el listón moral del propio Pedro Sánchez está en los subsuelos y todo el mundo ve en su entorno las golfadas con su esposa o su hermano o sobre su suegro proxeneta, nadie en su entorno asume nada nunca hasta que la UCO o el Supremo culminan su trabajo.
Eso explica que Ángel Víctor Torres se permita comparecer en público para hacerse la víctima y repetir el sainete habitual de todas las plañideras sanchistas, desde el propio Sánchez con su Julieta de extrarradio hasta el fiscal general, que se presenta con toga en su propio juicio para desafiar al Tribunal Supremo y simular que no es él el acusado.
El argumento del ministro de No Sé Qué, tan necesario como tantos otros de las carteras de No Sé Cuánto, ha tenido el desparpajo de decir que, como en este informe de la Guardia Civil no sale cobrando mordidas ni disfrutando de los servicios de señoritas o señoritos que no disfrutan nada, a él hay que pedirle disculpas y elevarle a los altares.
Solo la desvergüenza sistémica del sanchismo ayuda a entender por qué tipos como García Ortiz se hace la viuda de la Justicia o Torres se atreve a insultar al ciudadano mostrándose ofendido con el argumento de que, de momento, él no ha trincado aunque haya dejado trincar a los demás: si el jefe se permite presumir de abolicionista de la prostitución tras haber vivido bien durante años gracias a ella y si le pone una cátedra a su churri y una orquesta a su churro, ¿cómo va a ser reprochable alimentar a una trama corrupta o mentir en el Senado?
El ministro aceptó negociar la compra de material sanitario con un señor del propio gobierno, sin preguntarse ya de entrada qué demonios hacían Ábalos y Koldo de representantes comerciales de una desconocida empresa privada. Además presionó al Ministerio de Sanidad para que diera los permisos oportunos. También adjudicó a dedo los contratos y, por último, intentó acelerar los pagos y se saltó las advertencias de su propia Administración al respecto de todo el proceso.
Que Torres lo hiciera gratis o a cambio del habitual kit de chistorras, meretrices, gambas y pisitos solo modula el tipo de castigo, pero no cambia la sanción política: una cosa es no acabar en la cárcel y otra seguir representando a los ciudadanos.
Si una vez constados los hechos aquí no pasa nada y el canario en cuestión se suma al pabellón de ilustres mártires del sanchismo, la única explicación verosímil es que todo el Gobierno ha sido una trama en sí mismo, con mafiosos dentro dispuestos a hacer caja mientras España se confinaba y miles de españoles se morían: tiene bemoles que los mismos que convierten a Mazón en asesino por no estar en su sitio unas horas no aprecien ahora tacha alguna en la evidencia de que estos bandoleros se lucraron con la muerte y el miedo de millones de personas.
Las mascarillas son solo una parte del catálogo de negocios de este clan siciliano, en distintos ámbitos empresariales y geográficos, unidos por un ingrediente común: al final de camino todo prosperaba porque el propio Sánchez, por acción u omisión, daba el permiso. Para colar test de antígenos, ejecutar obra pública, rescatar empresas multinacionales o gestionar hidrocarburos. Pero, eso sí, Torres no ha puesto el cazo ni se ha ido de lumis. O eso dice, que a estas alturas nada puede nunca darse por supuesto.