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El puntalAntonio Jiménez

De cómo gobernar sin mayoría, sin presupuestos y sin vergüenza

Nunca antes ningún presidente de gobierno se había ciscado más en los valores democráticos como Sánchez, proclamando que gobernará al margen del Parlamento o en su contra, y negándose a llamar a las urnas a pesar de la evidencia de que no podrá gobernar

Supongo que ante la imposibilidad de aprobar algo en el Congreso, ni Presupuestos, ni convalidación de decretos leyes, Sánchez y sus ministros dedicarán hasta el 2027 sus consejos de Gobierno a supervisar nubes, (ese era el anhelo ilusionante de ZP tras dejar la Moncloa antes de descubrir cómo «llevárselo calentito» de Venezuela y China), y a preparar estrategias de oposición contra la oposición. Que en eso ha mutado ya Sánchez; en liderar la oposición contra Ayuso y Moreno y el resto de comunidades gobernadas por el PP, sin dejar la Moncloa. Otra prueba más de su falta de escrúpulos y nulo respeto a las normas democráticas. Su intención es resistir sin convocar elecciones, mientras sus socios parlamentarios no se lo reprochen ni le obliguen, y sigan calentando sus privilegiadas posaderas en los escaños que les financiamos con nuestros impuestos.

Esa resistencia numantina a llamar a las urnas, por miedo a perder el poder, a pesar de no contar ya con la mayoría que le invistió sin haber ganado los comicios, y su manifiesta obstinación a seguir sin cuentas públicas y ninguna capacidad legislativa, sugiere que no será fácil ni versallesca su salida de la Moncloa. ¿Bastará con que pierda nuevamente las elecciones y no consiga otra mayoría Frankenstein o habrá que enviarle los mansos de Florito para sacarlo a la fuerza del complejo gubernamental monclovita? No descarten esta opción última.

Se avistan meses de confrontación y polarización extrema de las que es catalizador y, por ende, el despertador de las «dos Españas» machadianas. Sánchez seguirá agitando con sus provocaciones el avispero político y de las redes sociales, cuyos algoritmos alimentan las trincheras del odio, premiando el insulto y la descalificación frente al sentido común y el diálogo. La polarización no es un accidente del sanchismo sino su método.

Cuanto más se divide la sociedad, más fácil le resulta a Sánchez gobernar desde el relato. Esa es la tensión que procurará incrementar todavía más con su arrogante forma de ejercer el poder, convencido de que la crispación le sirve también de cortina de humo para ocultar sus formas autocráticas y corruptelas. A más enfrentamiento y división social más refuerza Sánchez su relato de resistencia frente al dóberman de las derechas, los poderes fácticos, jueces y periodistas críticos, persuadido de que si no puede gobernar, al menos seguirá sembrando la confrontación que le ayude a desviar la atención sobre el pestilente muladar en el que está enfangado con sus exlugartenientes del PSOE en la cárcel o camino de ella; con su familia en el banquillo de los acusados junto a su fiscal general juzgado en el Supremo y con subalternos como la 'fontanera' Leyre Díaz reptando por las cloacas para blanquear las andanzas corruptas de Begoña y de sus cuates del Peugeot a costa de subvertir la democracia.

Y el problema no estriba sólo en la existencia de irregularidades y casos corruptos que le afectan, sino la arrogancia moral con la que Sánchez y sus aliados políticos y mediáticos los minimizan mientras desprecian las críticas de la oposición y de los medios que trabajan libre y honestamente, como si la ética pública fuese un privilegio que solo ellos pueden otorgarse. Han sustituido la ética pública por la propaganda.

¿Qué presidente de Gobierno presume de estabilidad cuando no puede aprobar desde hace tres años unos Presupuestos Generales del Estado? ¿Qué dirigente político, excepto Sánchez, habla de transparencia mientras tiene a su entorno familiar y político sometido al escrutinio policial, judicial y de parte de la prensa? Y aún así se permite proclamar que tiene el gobierno más limpio de Europa. Si la afirmación no fuera tan insultante, sería para partirse de la risa.

Nunca antes ningún presidente de gobierno se había ciscado más en los valores democráticos como Sánchez, proclamando que gobernará al margen del Parlamento o en su contra, y negándose a llamar a las urnas a pesar de la evidencia de que no podrá gobernar, sino resistir y dedicar los consejos de ministros a fabricar desde su particular máquina del fango, bulos, ocurrencias y eslóganes contra jueces, medios y oposición. Y así hasta el 27.

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