A por la UCO: Sánchez cogió su fusil

El juicio a García Ortiz deja de dos conclusiones y dos nuevas barbaridades en fase preparatoria. Entre las primeras, la evidencia de que el acusado es un siniestro soldado y que su patrón siempre está dispuesto a todo, incluso a tramar desde la jefatura del Gobierno una operación mafiosa para derribar a un rival político.

Que la Fiscalía General esté ocupada por un vulgar sicario y que su padrino en la 'Rosa Nostra' dedique el último día de juicio a obligar a Radio Nacional a entrevistarle, vestido de Ramoncín y para hablar del disco de Rosalía y no del recopilatorio de grandes escándalos que le llegan al cuello, da una idea del perfil moral de ambos personajes y de la extensión de su hocico, que empequeñece a la trompa de un elefante y a la nariz de un oso hormiguero.

Uno puede ser condenado por ello y el otro debería haber sido señalado, pues a nadie en su sano juicio se le ocurre que un fiscal, por muy general que sea, se meta en una operación tan delicada sin que antes alguien de rango superior dé la orden: la participación en la cacería de la mano derecha de Óscar López, Pilar Sánchez Acera, tan evidente como exonerada de reproche legal por el borrado de los mensajes, es una prueba irrefutable de ello, una pistola humeante tan irrefutable como la excitación del mamporrero general al enterarse de los problemas de González Amador, recopilar toda la información y eliminar las huellas de sus andanzas.

Poco margen tiene el Supremo para justificar algo distinto a una condena, y de ello da cuenta el relato que ya se ha ido configurando sobre la marcha ante el temor a un varapalo a mi entender inevitable: transformar el proceso en otro episodio más de lawfare y aprovechar el 'injusto' calvario del pobre Álvaro para que todas las demás «víctimas» de la misma «conspiración» reciban el amparo democrático de un presidente que no se va a dejar doblegar por los «poderes ocultos» sincronizados con la derecha política, mediática y judicial.

Si el 'indulto' indirecto a Chaves y Griñán desde el Tribunal Constitucional fue el ensayo de acciones venideras, por esa vía o directamente desde el Consejo de Ministros con un indulto formal como los de Junqueras o Juana Rivas; la ofensiva de la defensa de García Ortiz y del coro mediático de Sánchez contra la UCO y sutilmente contra el Supremo da una pista del discurso que se ha puesto en marcha: salvo en los casos que el PSOE da por irrecuperables, esa doctrina servirá para transformar a la Guardia Civil en un 'cuerpo patriótico' feroz con Begoña Gómez o la financiación irregular del PSOE, dos bulos para el sanchismo, y emitir al Supremo el mensaje, como una cabeza de caballo según el rito siciliano, de que no siga por ahí y desde luego no se le ocurra meter en el ajo a Pedro Sánchez, que es lo que pasaría en cualquier país serio con un Estado de derecho sano.

El juicio a García Ortiz, un tonto útil de una causa perversa, puede acabar muy mal para él, pero será una oportunidad para configurar definitivamente las aspiraciones de impunidad y eternidad que mueven a Sánchez y utilizar perversamente todos sus poderes al objeto de sortear la acción de esa justicia sectaria, conspiranoica y predemocrática que no existe, pero él intenta instalar en sus huestes: rebelarse ante un suplicatorio para él mismo, anular toda sentencia de su desagrado y transformar al Consejo de Ministros en el Tribunal Supremo en aquellos casos donde el Tribunal Constitucional no pueda actuar con las prisas necesarias.

Lejos de ser el vergonzoso procesamiento del fiscal general un bochorno definitorio de la triste deriva de Sánchez, es para él una ocasión para reforzar su deriva autoritaria, antisistema y, desde luego, antidemocrática.

Esto es lo que tenemos: un presidente ilegítimo, sin escaños propios, sin mayoría parlamentaria, sin capacidad de gobierno y sin presupuestos, rodeado de corruptos y vapores de saunas, que lejos de dimitir y de enfrentarse a sus múltiples posibilidades prefiere coger el fusil e ir al choque definitivo contra la democracia.