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Perro come perroAntonio R. Naranjo

¿Qué maldad tiene pensada Sánchez para seguir en 2027?

Alguien que no debió ser presidente en 2023, anuncia que quiere seguir siéndolo hasta 2030: no se tomen a broma sus pretensiones

Pedro Sánchez ya ha dicho que se presentará en 2027, porque se lo ha consultado a su familia y ha obtenido su respaldo, mucho más necesario que el del PSOE, donde las alternativas tienen las mismas opciones que una foca nadando en zona de tiburones blancos.

Ya ni las formas cubre con su partido, al que prometió consultarle todo: anunció la Edad de Oro del militante cuando ganó las Primarias, con ayuditas de Koldo, de Cerdán y antes del suegro proxeneta, para olvidarse de ellos cinco minutos después, con su absurda complicidad.

Solo volvió a arengar a los afiliados cuando su esposa fue imputada, él se lo calló, desapareció cinco días sin renunciar a empleo y sueldo y volvió de las tinieblas con una carta de amor, una amenaza a la disidencia y una visita al Rey, utilizado como ahora en China para las cuitas y necesidades del nuevo modelo de guayaberas de moda.

No puede gobernar en 2025, en un fraude democrático consistente en aferrarse a un poder que no ganó en las urnas, carece de mayoría parlamentaria y no puede ni aprobar Presupuestos ni pedir Fondos Europeos ni legislar, lo que le convierte en una rara avis mundial, sin parangón salvo en países bananeros: tenemos a un presidente inquiokupa, que se queda en la casa pese a carecer del visto bueno de ese arrendador ninguneado que es el cuerpo electoral español, compuesto por los ciudadanos con derecho a voto.

Que en esas circunstancias anuncie que repetirá como candidato para salvarnos de la ultraderecha y extender el «escudo social», del que presume henchido cuando es su mayor derrota en un país empobrecido, clientelar y subvencionado; significa que quiere gobernar hasta la próxima década.

Y la pregunta oportuna no es sobre la conveniencia de su nueva candidatura, que es problema del PSOE, sino sobre cómo piensa llegar vivo a 2027 con ese panorama y qué tiene pensado para seguir en la Presidencia con esos sondeos electorales, que le dan las mismas opciones de repetir que a España en Eurovisión llevando a Óscar Puente a dar el cante, también allí.

Algún indicio de hasta dónde está dispuesto a llegar alguien que no debía haber sido presidente desde al menos 2023, pero quiere seguir siéndolo en 2030 da su desafío al Tribunal Supremo, exigiendo su absolución, en un tono que tiene más y aviso que de opinión: un presidente no puede entrometerse en un juicio, y si lo hace debe considerarse una amenaza.

Pero también una pista: si alguien sin votos ni escaños ni capacidad ni socios que, además, no puede pisar la calle sin ser arrojado a un pilón simbólico y encarna la corrupción política, institucional y personal como nadie desde 1978 se ve a sí mismo agotando esta legislatura y perpetuándose en la siguiente.

Y no puede ser nada bueno en alguien que está más cerca del banquillo y de la expulsión, pero controla una parte sustantiva del poder, tiene a obedientes soldados en no pocas instituciones clave, ha dado sobradas muestras de su disposición a hacer trampas y saltarse las normas y lleva dos años configurando un relato que presenta a los contrapoderes democráticos como una conspiración sincronizada y justifica todos sus abusos, por autocráticos como sea, en la extrema necesidad de salvar la democracia.

Todo lo que parecía imposible de hacerse, Sánchez lo ha hecho, pudriendo hasta los tuétanos la esencia del Estado de Derecho, levantando mundos y transformando la rendición de cuentas propias en un examen autoritario a los examinadores. Así que descartar sin más un último paso, que afecte a la transparencia incluso del proceso electoral, sería una temeridad: es lo único imposible que le queda por hacer y, viendo los CIS de Tezanos, solo un loco rebajaría los controles de calidad, sin dudar gratuitamente de todo, pero sin bajar la guardia. En la fábula del escorpión, siempre pierde la rana.

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