El circo
Para mí los animales del Circo tienen unos privilegios de los que carecen los demás animales: la libertad y alimentación, y si la humanidad fuera decente con lo que piensa, lo que prohibiría en los circos no son los animales, sino los «payasos listos», que tantísimo daño han hecho a generaciones y generaciones de inocentes
Pepe Mario Armero tenía una de las colecciones más importantes del mundo de «Carteles de circo». Ahora leo que muchos Estados han prohibido o cerrado los circos defendiendo lo que ellos consideran «maltrato de animales». Que le pregunten a Ángel Cristo por el «maltrato de animales.» Un circo se convierte en un camino, una senda hacia lo irrelevante.
«La Fiesta de los toros», se ha salvado gracias a la unión de ganaderos, toreros y aficionados ilustres, y Urtasun ha hecho una vez más el ridículo; por una cuestión obvia: en los circos se trata mucho mejor a los animales que a los niños.
De niño me negaba a acompañar a mis hermanos al circo, y la única vez que lo hice, comprobé que el caballito, los perros futbolistas e incluso las amazonas que con los muslos perfectamente calculados para no mostrar desnudeces innecesarias, recibían mucha más atención y simpatía que los niños, cuyo único cometido era reír con Pompof y Tedy, y los payasos pintados de blanco, que han llevado a muchos jóvenes de España al borde del precipicio nervioso.
No sé dónde estará el «Museo», que es más bien archivo, de Pepe Mario Armero, pues siempre que acudíamos a comer con Antonio Mingote o Antonio Garrigues pasaba por su proveedor y nos mostraba durante el aperitivo sus nuevas adquisiciones.
Yo tengo que reconocer que para mí los animales del Circo tienen unos privilegios de los que carecen los demás animales: la libertad y alimentación, y si la humanidad fuera decente con lo que piensa, lo que prohibiría en los circos no son los animales, sino los «payasos listos», que tantísimo daño han hecho a generaciones y generaciones de inocentes estremecidos.
Y a estas alturas de mi vida, que son más alturas que vida, no tengo valor para ver a esos payasos insoportables (hay otros admirables), a los que contrata cada Circo para que tengan miedo y sufran los niños.
Y al que se pique, que se rasque.