Los piperos

El pipero, así rápido y a vuela pluma, no es otra cosa que un madridista desarbolado. Para obtener el carnet de Pipero Oficial es imprescindible visitar la magna y única sala, la de las Copas de Europa, cada quince devoción. Devoción de visitar el gran salón de trofeos y mostrar sincera emoción durante el recorrido. No sobra la devoción. Puntúa asistir a un partido del Real Madrid 'C' contra el Puerto Urraco, y a las diez está autorizado para entrar y salir libre y sin ser amonestado, excepto si intenta colarse en el despacho de Florentino y Butragueño, que siempre van de la mano.

Madrid es una ciudad maravillosa, preparada como Villa y Corte para recibir a los visitantes. Nada que ver con otros lugares. Y el pipero es un mucho como la ciudad. Pacífico, condescendiente, y cuando habla se valora mucho su opinión.

Yo fui pipero hasta que empezaron a opinar los locutores de Televisión de los penaltis que no señalan a favor del 'Madrid' mientras el Barcelona ha estado 17 años comprando a los árbitros. Recuerdo una entrevista de Núñez con su agente en Madrid, José María García. Le pidió su opinión acerca del club de Chamartín. Estuvo comedido. –Bueno, bastante buena. Es un club meritorio y merece respeto por su irregular, pero en ocasiones, brillante trayectoria.

Pero aborrezco el madridismo pipero Y reiterado de los piperos indignados. El Barcelona sí, los culeros que son los herederos del gran club catalán fundado por un suizo. Hubo años, no tan esponjosos como ahora, que las presiones de los piperos a punto estuvieron, entre la prensa, las radios y otros medios, a un milímetro de romper su ancestral disciplina. Casillas se cargó a Mourinho y pugnaban tres zaguanetes en el vestuario

Hoy, los piperos se equivocan de nuevo. Son defensores del impresentable Vinicius, que no puede evolucionar, porque los tontos o se quedan como están o serán siempre lo mismo.

Recuerda, Florentino a un viejo pipero.

Billetes para Brasil sin vuelta.

O regálaselo a Laporta el Día de los Inocentes.