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Cartas al director

Sanos y enfermos

Ayer me enteré del suicidio de un conocido que padecía trastorno obsesivo compulsivo. Su número de rituales había traspasado todas las líneas rojas concebibles. Pero, ¿podría haberse evitado esta 'solución final'? Por supuesto que sí, ya que desarrollando nuevos fármacos contra el TOC cabe demorar el triste fin.

Esta sociedad parece estar conformada por un número de 'normalitos' que dicta las normas de conducta; quien no las cumple, es un 'rarito', un 'loqueras', un extravagante, un friki... Una serie de expertos definen a la persona normal como a «aquella que se adapta al sistema». ¿Y quién diseña ese sistema? Una élite de envidiosos y fracasados que manifiestan su inquina hacia el diferente, el neurodivergente, por ser éste más competente dentro de su rareza. Si esta situación prosigue, mal vamos. Y es que aumentará el 'bullying', el desprecio y el odio hacia quien no acata el sistema.

La Sociología los denomina «desviados sociales negativos»; y que conste que estos han contribuido sobremanera al progreso aun padeciendo el látigo de los 'normalitos'.

Esta dicotomía entre sanos y enfermos la hemos creado nosotros, y así nos va.

Ese conocido que se suicidó hace unos días me recordó a Confucio en cierta ocasión: «No os preocupéis si no reconocen vuestros méritos. Preocupaos vosotros si no reconocéis los suyos».

Vivimos en una sociedad polarizada (palabra tan de moda) que camina hacia su autodestrucción. Y su desquiciamiento es tal que no ha de extrañarnos el aumento de enfermos mentales. Como dijo el maestro Freud: «Las enfermedades mentales parecen ser la respuesta natural a una sociedad desquiciada». Pues eso.

Manuel Castellanos Plaza

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