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07 de mayo de 2024

Editorial

Toca derogar el sanchismo

Las urnas deben impulsar un cambio claro, contundente y reformista: la otra opción será la disgregación de España

Actualizada 01:30

Sin duda todas las elecciones generales son relevantes, y solo hay que mirar hacia atrás para entender la importancia que tuvieron las primeras celebradas en democracia o las que estrenaron la alternancia entre el PSOE de Felipe González y el PP de Aznar.
Pero quizá nunca ha habido tanto en juego como en las convocadas para este domingo. Porque nunca había estado tan en solfa el futuro de España en tantos órdenes. Y todos a la vez.
Desde su propia identidad, como un país cohesionado por su historia, su proyecto común y su ordenamiento jurídico compartido; hasta la viabilidad del estado de bienestar, amenazado por una gestión económica ruinosa, sustentada en las subvenciones para unos y la confiscación fiscal para otros.
A todo ello se le añade además una deplorable deriva hacia la ingeniería social, impulsada por un catálogo de leyes y reformas que niegan la esencia del ser humano, atacan al derecho a la vida, repudian incluso la biología e intentan modelar la conciencia propia para adaptarla a un canon ideológico plenipotenciario.
Con Sánchez se ha deteriorado además la convivencia, sometida a una insoportable crispación inducida de manera premeditada para facilitar la construcción de bloques ficticios; y se ha devaluado la separación de poderes, indispensable en una democracia digna de tal nombre.
Y todo ello se ha hecho, además, entre abusos, mentiras, trampas y persecuciones; sin ningún respeto por nada ni por nadie que no suscribiera el relato falaz de un presidente con claros rasgos de autócrata.
Todo eso puede empezar a cambiar si el 23 de julio los españoles le dan una oportunidad al cambio que debe ser, sin duda, un contrato para el beneficiario del voto y un mandato reformista inexcusable.
El elegido, según los sondeos electorales, es Alberto Núñez Feijóo, candidato del PP y probable presidente electo desde el lunes si logra los resultados previstos o los completa con una alianza que solo puede ser con Vox.
Y esto es lo primero que ha de quedar claro: ninguno de los dos partidos tiene derecho a malversar la decisión de las urnas por estrategias que quizá tengan sentido antes de ir a votar, pero han de dar paso a un ejercicio extremo de responsabilidad cuando acabe el escrutinio.
Nada está garantizado hasta entonces, ni siquiera una carambola que le permita a Sánchez conformar Gobierno de nuevo o paralizar a su alternativa, repitiendo el mismo tipo de bloqueo que ya le aplicó a Rajoy.
Por eso es deseable que nadie se quede sin ejercer su derecho al voto. Y que lo haga de una manera rotunda y suficiente para impulsar una etapa reformista, sin ambages y sin excesos que le permita recuperar la esperanza a un país desolado por sus problemas y asolado por su Gobierno. El 23-J es, en fin, un día para votar en defensa propia. Hay que derogar el sanchismo.
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