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19 de mayo de 2024

Editorial

El Gobierno insulta a mandatarios extranjeros

¿En manos de qué colección de perniciosos incapaces se encuentra hoy el Gobierno de España?

Actualizada 01:30

Que un ministro del Gobierno de España se permita públicamente calificar de drogadicto al presidente de la República Argentina demuestra de una manera tan contundente como triste hasta qué extremo de profunda degradación han llegado Pedro Sánchez y el equipo que él todavía preside. Que el insultador, Óscar Puente, tradicionalmente dedicado a denigrar al contrario con los términos más bajos y obscenos que conoce el idioma español, no haya sido fulminantemente destituido, dando con ello la noticia de que el resto de sus colegas, empezando por el que preside la confederación gubernamental de los veintitantos, están de acuerdo con sus denuestos, demuestra hasta qué punto la insensatez de la tropa está llevando al país, entre otros múltiples y lamentables terrenos, a olvidar lo que son las normas elementales para el mantenimiento de la concordia internacional entre los países. Que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, aproveche la ocasión para cantar las excelencias de las fraternales relaciones entre España y Argentina revela un grado de incompetencia profesional e intelectual raramente exhibida en las relaciones internacionales, recibida por propios y extraños con una insólita y debida muestra de infinito estupor. ¿En manos de qué colección de perniciosos incapaces se encuentra hoy el Gobierno de España?
Ya es conocido el hecho de que los de Sánchez prefieren a Cuba, a Venezuela, a Nicaragua y a Colombia antes que a la Argentina de Milei. Olvidando lo evidente: el mantenimiento de los cauces internacionales de relación debe responder a normas civilizadas de comportamiento que, salvo patentes violaciones de estas –cosa que ocurre en Cuba, Venezuela y Nicaragua y no precisamente en Argentina– deben ser respetadas para mantener un mínimo de orden y cooperación internacionales. Puente, su jefe Sánchez, y sus colegas gubernamentales, empezando naturalmente por el ínclito Albares, han puesto al Gobierno argentino en la tesitura de considerar la posibilidad de romper las relaciones diplomáticas con España. Con toda la seriedad que el caso ofrece, y que desgraciadamente encuentra paralelismo en otros muchos terrenos de la acción gubernamental que dirige Sánchez, ¿hasta dónde hemos llegado? ¿Qué hemos hecho los españoles para merecer esta gigantesca demostración de torpe estupidez? ¿Usque tándem, Sanchez abutere patientia nostra?
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