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Editorial

Váyase, señor Sánchez

Atrincherarse en el poder sin ganar en las urnas, sin mayoría y bloqueado es impropio de un demócrata

Act. 07 nov. 2025 - 11:23

No hacía falta aclararlo, después de que hace apenas dos semanas quedara patente que Pedro Sánchez ha perdido la espuria «mayoría parlamentaria» que le invistió, sustentada en un fraudulento intercambio de favores, pero por si acaso el partido de Puigdemont lo ha dejado claro: Junts no apoyará ya, mientras dure la legislatura, ninguna propuesta del PSOE, lo que consolida el bloqueo definitivo del Congreso y, por tanto, de España.

El Debate ha sostenido siempre que Sánchez no tenía derecho a forzar su continuidad si, para lograrlo, debía someter la estabilidad, las leyes, la convivencia y la estructura constitucional de España al capricho de los enemigos declarados del país. Y que solo un político sin escrúpulos puede desoír ese mandato ético y aceptar un cambalache que atiende en exclusiva a sus propios intereses y codicia.

Si a ese preámbulo se le añade el epílogo de que se pierde para siempre la alianza contra natura que legalizó el abuso, mantenerse en el cargo es un acto de insurgencia contra la propia democracia, sin precedentes conocidos en ningún país occidental, ante el que hay que presentarse.

Sánchez solo tiene 121 diputados propios, el menor número que cualquiera en su puesto ha tenido desde 1978. Además, perdió en las urnas, con uno de los peores resultados históricos de su partido. Y tramó una coalición siniestra, sin proyecto común alguno, que ahora ha saltado por los aires.

Con ese panorama, que violenta la democracia y coloca al presidente en una situación inviable, un político decente procedería, sin ninguna duda, a disolver las Cámaras, convocar Elecciones y devolver la soberanía nacional a los ciudadanos, ahora secuestrada por un político ilegítimo, sin escrúpulos y contrario a las convenciones y normas más elementales de un sistema democrático.

Seguir atrincherado en el poder, sin poder aprobar unos Presupuestos desde la pasada legislatura, con el Congreso en contra y cercado por el Poder Judicial, le acerca más a la categoría de bandolero que a la de estadista, como quiere presentarse para engaño de nadie, salvo quienes viven directamente del régimen retrógrado, sectario, frentista e incompetente que ha generado en su entorno.

No le corresponde a la oposición, en primer lugar al menos, resolver un problema generado por Sánchez, mediante una moción de censura tan necesaria como aritméticamente inviable en estos momentos, dado el abismo que separa a Junts y a Vox, que ojalá resolvieran temporalmente en nombre de un bien mayor.

Pero eso supone desplazar la responsabilidad de quien realmente la ostenta, que es el tétrico presidente: si él armó una mayoría ficticia en todo menos en su investidura, a él le corresponde gestionar los estragos de su fracaso, por respeto a los españoles, dignidad de las instituciones y atención a los intereses nacionales.

Alguien que no puede gobernar no puede aferrarse al poder, convirtiendo un instrumento colectivo en un fin personal, a costa de devaluarlo todo y conducir a España a un callejón sin salida. La moción de censura no es viable; la disolución de las Cámaras y la convocatoria electoral sí. Pero eso depende del mismo autócrata que asaltó el poder a cualquier precio.

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