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25 de abril de 2024

en primera líneaAlfonso Basallo

Caravana de mujeres: ellas a California, nosotras a Huesca

La muerte repentina de Miguel Ángel Fumanal, el joven de Plan (Huesca) que hace 37 años organizó la «Caravana de mujeres», trae el recuerdo de aquella iniciativa, que fue imitada en otros pueblos para hacer frente al declive demográfico

Actualizada 04:35

A veces la vida imita al arte… Es lo que pasó una Navidad de hace 37 años, cuando doce mozos y el tabernero de un pueblecito del Pirineo, llamado Plan (Valle de Gistau), organizaron una caravana para llevar mujeres a una zona que envejecía sin remedio, aplicando la madre de todos los consejos demográficos: creced y multiplicaos.
Acababan de ver en la, entonces, Tele Única (TVE) Caravana de mujeres, un western en blanco y negro, de 1951, protagonizado por Robert Taylor, que cuenta cómo unos vaqueros de California trasladan a un grupo de chicas del este hasta las nuevas poblaciones para formar familias y que aquello no decaiga por falta de alegría (en todos los sentidos).
Dos escenas. Cuando los mocetones están en la cantina viendo a Robert Taylor atravesando el desierto, en durísimas condiciones, con un grupo de mujeres valientes y decididas, uno va y dice: «Son como nosotros»; y mentalmente empiezan a sustituir carretas de lona por autocares y comienzan a urdir una gamberrada... o tal vez un sueño. Segunda escena. Un mozo de 29 años, Miguel Ángel Fumanal Saura, se pone al frente de la aventura. Se parece al personaje de Robert Taylor en tres cosas: es, de alguna manera, vaquero –atiende a su ganadería en Gistau–; no tiene intención de casarse; y es el que mueve la iniciativa para traer mozas al valle –en su caso, promoviendo la causa en radio y televisión–.
Ni cortos ni perezosos, los mozos de Plan ponen un anuncio en el Heraldo de Aragón: «SE NECESITAN mujeres entre 20 y 40 años, con fines matrimoniales, para pueblo del Pirineo aragonés. Se atiende de 20 a 22 horas». Y al lado, el teléfono de Miguel Ángel Fumanal. Les costó 75 pesetas, que pagaron a escote.
Entre las chicas que llegaron a Plan estaba María Ángeles, una auxiliar de clínica en Madrid, madre soltera y con dos hijos, que quería un padre para sus chavales... y no daba con el adecuado. Hasta que una monja del hospital le mostró el anuncio de los mozos del Pirineo.
Ilustración: Caravana de mujeres

Lu Tolstova

Cuando la caravana, de tres autobuses y 60 mujeres, llegó a Plan y María Ángeles vio a Mariano, ganadero de 37 años, tuvo claro que su búsqueda había terminado. Dos meses después se daban el «sí, quiero» en la iglesia de San Esteban de Plan. Tuvieron tres hijos. También en el western hay una madre soltera que busca a un papá y se conocen y resulta que son almas gemelas.
Aquella primera «Caravana de Mujeres de Plan» se celebró los días 7, 8 y 9 de marzo de 1985 y asistieron ochenta chicas llegadas de diversos puntos de España. Los autocares hicieron el papel que hacían los carromatos en la vieja película del Oeste. Como en el filme de Robert Taylor, se montó un carpa y se celebró una fiesta que duró tres días, con verbena y baile, y todo el pueblo de Plan acogió a las mozas. El evento costó cuatro millones de pesetas, que se financió con apoyo de la Diputación Provincial de Huesca y con la venta de entradas, la consumición del bar y la venta de camisetas y pañoletas.
La iniciativa de Fumanal y los demás mozos surtió efecto. De aquellos encuentros surgieron cuarenta matrimonios, y en dos años se triplicaron los nacimientos. Uno de esos niños es actualmente el alcalde de Plan, José Serveto. Otras localidades de la España vacía tomaron nota y emprendieron «caravanas» similares, pero fue la del pueblecito del Pirineo la que se llevó la fama y quedó como arquetipo. El propio Fumanal terminó desposándose con una joven ucraniana, llamada Luba, a la que conoció en un hotel de Cerler. Aquel esforzado mozo, acaba de fallecer 37 años después, con 66 años, dejando un imborrable recuerdo por su bonhomía y buen hacer.
La historia de Plan desmonta cuatro tópicos como cuatro catedrales. Uno, que la tele sea el invento del maligno: no todos son niños que se arrojan al vacío por imitar a Superman... También hay películas capaces de transformar vidas y la economía de zonas rurales afectadas por el declive demográfico. Dos, que el amor no sea rentable: en el Valle de Gistau hay un antes y un después de la caravana de mujeres de 1985. Tres, que casarse por conveniencia no sea una causa sólida para pasar por la vicaría (y la de Plan era una conveniencia personal de muchos solteros, pero también demográfica y económica). Cuatro –relacionado con el anterior–, que el matrimonio sea misión imposible: la mayoría de aquellas uniones no se han roto.
En el western protagonizado por Robert Taylor, hay una escena que dice, sin palabras, muchas cosas. Las chicas, antes de partir para California, miran y remiran un tablón lleno de fotografías de los hombres que las esperan. Las eligen y suben a las carretas sin otra brújula que ese daguerrotipo de color sepia y su voluntad de formar un hogar. Tienen por delante el desierto y la incertidumbre. El viaje es un salto al vacío, fiado en un factor material (las mulas) y otro intangible (la fe y el amor).
Es verdad que los tiempos han cambiado pero, quizá no haga falta mucho más para casarse. Ni hipoteca ni dos coches ni tres másteres... sólo una foto, como las pioneras del oeste, o un anuncio en el periódico, como las solteras que viajaron hasta el Pirineo aragonés. Y la voluntad de fundar una familia y desafiar al desierto. Vienen a ser la misma cosa.
  • Alfonso Basallo es periodista y escritor
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