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29 de marzo de 2024

En primera líneaJuan Díez Nicolás

De la sociedad de masas a la sociedad totalitaria

El control de la comunicación en el mundo y las subvenciones son los nuevos bastones multicolores de caramelo que pueden llevarnos a sociedades no plurales, totalitarias

Actualizada 11:38

Las sociedades actuales son sociedades de masas. El proceso comenzó a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, como en su momento explicaron Gustavo Le Bon y Ortega y Gasset. La sociedad de masas surge como consecuencia del crecimiento acelerado de la población mundial, que ha pasado de duplicarse cada 100 años a hacerlo ahora en solo 25 años, y de la industrialización y la urbanización de las sociedades durante el siglo XX.
Es frecuente oír hablar de los populismos, de la polarización de las sociedades, de las masas, y ello me ha hecho volver a leer La Política en la Sociedad de Masas, publicado por William Kornhauser en 1959, que tiene una gran utilidad para entender mejor la situación actual del mundo.
En efecto, para Kornhauser, todas las sociedades actuales son sociedades de masas, pero unas tienden hacia el pluralismo y otras hacia el totalitarismo. Más concretamente, las sociedades de masas se caracterizan porque sus instituciones democráticas son vulnerables al totalitarismo. Las sociedades de masas son aquellas en que las elites son fácilmente accesibles para las no-elites, y en las que las no-elites son fácilmente asequibles (manejables, manipulables) para las elites. Cuando las sociedades de masas logran que sus no-elites no sean fácilmente manipulables por las elites estaremos en presencia de sociedades pluralistas. Y cuando las sociedades de masas logran que sus elites no sean fácilmente accesibles a las no-elites, estamos en presencia de sociedades totalitarias. Pero todas las sociedades desarrolladas son sociedades de masas con tendencias más o menos acusadas hacia un pluralismo democrático o hacia un totalitarismo.
La cuestión parece depender por tanto de que las elites sean más o menos accesibles a las no-elites o de que las no-elites sean más o menos manipulables por las elites. Y, ¿qué hace que las elites sean accesibles? La respuesta parece sencilla, facilitar la movilidad social. En las sociedades tradicionales los individuos apenas podían cambiar del estamento social en que nacían, pero la revolución burguesa primero y la industrial después facilitaron, aunque no completamente, que los individuos pudieran cambiar, con su esfuerzo y sus méritos, la clase social en que nacieron. La educación, el asociacionismo y los grupos intermedios, las relaciones sociales en definitiva, facilitan el acceso a las elites, pues rompen las barreras y los grupos sociales estancos. Y ¿qué hace que las no-elites sean manipulables? Pues exactamente lo contrario, o sea, los frenos a la movilidad social, las dificultades para acceder a los conocimientos, la atomización social, la falta de grupos intermedios y de relaciones sociales y, sobre todo, una comunicación uniforme en lugar de variada y contrastable.
meritocracia

Paula Andrade

Durante las últimas décadas, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta principios del siglo actual, en todas las sociedades desarrolladas el mérito y el esfuerzo facilitaron el acceso de las no-elites a las elites. Han sido seis décadas de gran movilidad social neta ascendente, de un gran crecimiento de las clases medias urbanas. En España ese crecimiento fue totalmente visible, y la entonces naciente sociología empírica española proporcionó numerosas investigaciones sobre movilidad social. En la actualidad apenas hay investigaciones sobre movilidad social, porque lo que se observa es un proceso inverso de movilidad social descendente, unas clases medias que se esfuerzan por no empobrecerse. Las elites actuales parecen cerrarse y hacerse inaccesibles a las no-elites, y la pandemia y las dos crisis, de 2008 y 2020 han desincentivado las relaciones sociales, atomizando a la sociedad para que no establezca grupos intermedios plurales, y por el contrario fomentan los grupos intermedios cerrados, que conducen a conflictos sociales nuevos. El poder político actual no es partidario ni del mérito ni del esfuerzo, dificultando el acceso a las elites. El acceso a la elite política por cooptación, y mediante la reducción de exigencias para la obtención de títulos y para el ingreso en los altos cuerpos del Estado, no implica realmente un más fácil acceso de las no-elites a las elites.
En cuanto a la manipulación o disponibilidad de las no-elites por parte de las elites, no cabe duda de que la educación y las innovaciones tecnológicas permitieron mayores controles al poder, y por tanto mayores libertades para los ciudadanos, pues todo ello facilitó el pluralismo político. Una vez más, las últimas dos décadas parecen ofrecer una realidad inversa, pues la concentración de la comunicación en muy pocas manos, en el mundo y en cada país, así como el uso excesivo de subvenciones, conducen a que las masas sean fácilmente manejables por parte de quienes controlan los presupuestos y los medios de comunicación tradicionales y nuevos. Cuantos más movimientos ciudadanos (multitudes danzantes las denominaba Blumer) más fácil es dirigir a las masas.
La España democrática, como sociedad de masas, estaba en camino hacia una sociedad pluralista, pero las dificultades crecientes de las no-elites para acceder a las elites, y la creciente capacidad de las elites para manipular a las no-elites, está torciendo ese camino hacia una sociedad más totalitaria.
La realidad me recuerda la película Pinocho, en la que Stromboli repartía aquellos bastones de caramelo multicolor entre los niños para atraerlos y encerrarlos en su carromato, donde poco a poco les iban creciendo pezuñas, orejas y rabos de burro. Las multitudes en la calle o en recintos acotados, como los rebaños de ovejas, se pueden conducir a capricho con solo un par de perros, como sabe cualquier pastor. El control de la comunicación en el mundo y las subvenciones son los nuevos bastones multicolores de caramelo que pueden llevarnos a sociedades no plurales, totalitarias. Ese es el poder blando que hoy utiliza el poder.
  • Juan Díez Nicolás es académico de número en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
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