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26 de abril de 2024

En primera líneaAlfonso Ibáñez Solano

Sánchez, Vinicius y ETA

Si no es de recibo insultar a una persona por razones xenófobas, muchísimo menos lo es asesinar a casi un millar por idénticas razones xenófobas

Actualizada 01:30

Madrugada del 17 de octubre de 1987. Mari Cruz Yoldi, navarra de 63 años y madre de seis hijos, salía de su casa en la calle Mayor de Pamplona, como hacía a diario, para repartir el Diario de Navarra por distintos puntos de la ciudad. Y así, cuando se disponía a dejar unos ejemplares en la puerta de la compañía aseguradora La Unión y el Fénix Español en la calle Cortes de Navarra, una potente bomba hizo explosión despedazando a Mari Cruz. Los responsables, el comando etarra Amaiur. Entre sus componentes, Mikel Castillo.
Sanfermines del 2022 y posteriormente el 20 de septiembre del mismo año, tienen lugar sendos homenajes en memoria y enaltecimiento del etarra Castillo, tratado como héroe por la izquierda abertzale. Si nos atenemos a la RAE, «héroe es aquella persona que realiza una acción abnegada en beneficio de una causa noble». Así pues, para los socios de Sánchez a nivel nacional y Chivite en Navarra, asesinar a una repartidora de periódicos madre de seis hijos es una acción abnegada en beneficio de no se sabe qué gran causa.
Sin duda, dichos homenajes son profundamente rechazables para cualquier persona con un mínimo de sentimientos hacia sus congéneres.
Domingo 18 de septiembre, derbi en la cumbre entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid. En las puertas del Metropolitano en primera instancia y posteriormente en el interior del estadio, un grupo de supremacistas profieren gritos racistas y xenófobos contra Vinicius, al que llamaron de manera reiterada «mono». Sin duda, una actitud reprobable que en realidad dijo mucho de Vinicius, que esa tarde demostró que era un gran jugador y una persona de los pies a la cabeza por la entereza que demostró, a la vez que dejaba bien a las claras que quienes valían mucho menos como personas eran precisamente aquellos que se creían que formaban parte de una raza superior.
Y numerosas están siendo las declaraciones de rechazo desde toda suerte de estamentos, entre ellas cabría destacar las del presidente del Gobierno, y declarado colchonero, Pedro Sánchez, que a su condena firme y sin paliativos añadió que «creo que es importante que los clubes de fútbol se tomen en serio este tipo de comportamientos y reaccionen». Y no puedo estar más de acuerdo con nuestro presidente. Este tipo de comportamientos son absolutamente injustos e inaceptables y las personas de bien, aquellos que estamos convencidos de la igualdad entre todas las personas, sea cual sea su sexo, raza, religión u origen, debemos trazar una gruesa línea roja ante cualquier intento de cuestionar dicha igualdad.
Y sí, corresponde a nuestros representantes públicos, aquellos a los que el pueblo soberano hemos elegido para representarnos a todos, ser la punta de lanza en esta defensa de la igualdad, de la justicia y de la dignidad de todas la personas. Y aquí el presidente ha sabido estar en el lugar que le correspondía y representar el papel otorgado por los españoles.
Sanchez vinicius y eta

Paula Andrade

Lo que resulta poco o nada aceptable es ver a Sánchez demostrar empatía y humanidad ante unos deplorables insultos en un campo de fútbol mientras se asocia y comparte decisiones de Estado con aquellos que salen a la calle a homenajear al asesino de una humilde trabajadora madre de seis hijos.
Porque si no es de recibo insultar a una persona por razones xenófobas, muchísimo menos lo es asesinar a casi un millar por idénticas razones xenófobas. Y si no se puede aceptar consideración alguna con los primeros, muchísimo menos aceptable es «encamarse» en un Gobierno con los segundos que ni se han arrepentido ni han pedido perdón a nadie, legitimándoles y comprando sus votos a cambio de beneficios penitenciarios para los asesinos entre otras cuestiones como la entrega de Navarra al nacionalismo.
Y si no hemos visto a Sánchez prohibiendo los homenajes a etarras ni condenando los mismos, tampoco hemos visto en Navarra, la Navarra que vio nacer y morir a Mari Cruz Yoldi, a su presidenta, Chivite, ni prohibir ni rechazar los actos de enaltecimiento a Mikel Castillo. Sí que es cierto que en su día Chivite, al igual que Sánchez, prometió no llegar a acuerdos con los herederos de ETA, pero no es menos cierto que el tiempo ha demostrado que nos mintieron en su día y que no hay ninguna razón para pensar que no volverán a pactar con aquellos que estos días han considerado como a un héroe al asesino de Mari Cruz.
Y es que si nos metemos en la piel de los seis hijos de Mari Cruz y desde ahí vemos la manera de actuar de Chivite y Sánchez, no podremos sino decir, como dijo la madre de Joseba Pagazaurtundua: «Harás muchas cosas que nos helaran la sangre».
No es de extrañar que algunos socialistas como García Page comiencen a cuestionar los pactos y actos antinatura de Sánchez y los vean como antesala de una más que anunciada debacle electoral. Algunos piensan que en política todo vale, pero nada hay menos cierto, los votantes necesitan verse reflejados en sus partidos de referencia, y cuando estos se desdibujan en políticas extrañas a sus principios, cuando no contrarias, acostumbran a cosechar una fuga de votos considerable.
Y aquella noche electoral los perdedores nos dirán que no han sabido comunicar bien lo que de alguna manera viene a querer decir que los votantes somos unos infantiles e inmaduros incapaces de entender la sabia y sesuda manera de gobernar del líder, pero no, en realidad lo que ha ocurrido es que han dado la espalda a sus propios votantes y éstos, que son sabios y soberanos, han votado en consecuencia.
  • Alfonso Ibáñez es consultor político
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