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20 de mayo de 2024

En primera líneaEmilio Contreras

Los que derrotaron a ETA

Nadie se puede apropiar del final de la banda terrorista: fue una carrera de relevos, en la que Suárez, Calvo Sotelo, González y Aznar se fueron pasando la antorcha de la lucha. A Zapatero sólo le tocó apagarla

Actualizada 01:30

«ETA fue derrotada por mi gobierno. Bajo mi gobierno se terminó ETA, se acabó ETA. Fue bajo mi gobierno. Fue con mi gobierno, no con el gobierno de Aznar, de Felipe González o Rajoy». Estas palabras de José Luis Rodríguez Zapatero hace unos días en el programa de Carlos Herrera son la prueba más evidente de que el expresidente del gobierno aspira a monopolizar el mérito de la derrota de ETA. Con estas 34 palabras trató de reescribir la historia y borrar de un plumazo 34 años de lucha contra el terror de todos los gobiernos de la democracia que le precedieron. Pero la memoria de aquella lucha está viva, y somos muchos los que recordamos lo que ocurrió entre 1977 y 2011. Solo pondré tres ejemplos.
En los primeros años de la Transición ETA estaba ganando la guerra contra el Estado español. Las carencias de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y el santuario que el gobierno francés ofrecía a los terroristas, concediéndoles el estatuto de refugiado político, fueron dos hechos determinantes de esa deriva. La espiral de crímenes subía cada año con unas cifras escalofriantes: en 1976 ETA asesinó a 11 personas y en 1980 a 98.
Ese año el general Sáenz de Santamaría fue nombrado Delegado Especial del Gobierno en el País Vasco, y le dio la vuelta a la lucha contra ETA. Valga lo que sigue como ejemplo. Comprobó que cuando se cometía un atentado solo se cortaban las carreteras importantes, y muchas vías secundarias y caminos que unían pueblos y caseríos quedaban sin ningún control; eran el coladero por el que los asesinos escapaban impunes. Su sorpresa fue mayor cuando supo que ni tan solo existía un mapa de esas vías. A los dos meses de su llegada el mapa estaba hecho. Solo a partir de entonces se puso fin al coladero. Con estas y otras medidas similares su plan dio resultado: al año siguiente, en 1981, ETA asesinó a 32 personas y se detuvieron a mil etarras, y en 1982 mató a 41, y fueron detenidos 1.050 terroristas. Fue el primer paso para llegar a la rendición de octubre de 2011.
La Francia de Giscard D'Estaing era un santuario para los terroristas, que gozaban de la mayor impunidad con el estatuto de refugiado político. Fueron inútiles todas las protestas y gestiones que los gobiernos de Suárez y Calvo Sotelo hicieron para que retirara su protección a los etarras.
En mayo de 1981 François Mitterrand llegó al poder y mantuvo la protección de Francia a los etarras como si fueran luchadores por la libertad. Año y medio después Felipe González ganó las elecciones y, aunque hoy nos parezca increíble, tuvo que emplearse a fondo para convencer a su correligionario francés de que España era un país democrático con una Constitución, libertades y elecciones libres, tan libres que él, secretario general del Partido Socialista, era el presidente del Gobierno. No fue fácil y llevó tiempo convencerle, pero la posición de Francia cambió y Chirac y Sarkozy mantuvieron luego la colaboración.
Ilustración: Jose Luis Rodriguez Zapatero

Ilustración: Jose Luis Rodriguez ZapateroLu Tolstova

En 1986 una operación entre las policías francesa y española desmontó el aparato logístico de ETA en Sokoa, en el País Vasco francés. Y en 1992 cayó la cúpula etarra en la localidad francesa de Bidart. Sin acciones como estas, y otras similares, no habría sido posible la rendición de octubre de 2011.
José María Aznar luchó contra ETA en tres frentes. En el político, aprobó la Ley de Partidos con la que ilegalizó Batasuna, hasta que el Tribunal Constitucional con mayoría «progresista» revocó esa ilegalización en época de Zapatero. En el social, consiguió el cierre de las «herriko tabernas», tapaderas de ETA, y lanzó una lucha sin tregua contra la «kale borroka», semillero de etarras. Propició la movilización de la sociedad tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco y apoyó lo que se conoció como el «espíritu de Ermua». En el frente internacional logró que Batasuna fuera incluida en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Durante años, la Guardia Civil, la Policía y el CNI lucharon contra ETA y se infiltraron en su organización hasta un punto difícil de imaginar. Bien es cierto que ellos y las Fuerzas Armadas pagaron un precio terrible: 485 asesinados por la banda.
Lo que aquí he recordado es solo una muestra de lo que en 34 años hicieron los gobiernos de Suárez, González y Aznar. Fue un esfuerzo que recuerda el de los atletas que participan en una carrera de relevos. Cuando cubren su tramo, entregan el testigo al compañero hasta que el último en recogerlo se alza con la victoria cuando llega el primero a la meta. Y no se apropia de esa victoria porque sabe que sin el esfuerzo de los que le han precedido nunca la habría conseguido.
Cercada e infiltrada por las Fuerzas de Seguridad del Estado, expulsada de su madriguera en Francia y acorralada por jueces y fiscales, ETA tiró la toalla y se rindió el 20 de octubre de 2011 cuando era presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Él fue quien recogió el último testigo de sus predecesores en la amarga carrera de 34 años que llevó a la derrota del terrorismo etarra.
Atribuirse esa victoria como un mérito exclusivo no solo es injusto con Suárez, González y Aznar. Es sencillamente tergiversar la historia y faltar a la verdad.
  • Emilio Contreras es periodista
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