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04 de mayo de 2024

En primera líneaEmilio Contreras

Chile: el ejemplo a no seguir

Lo que está ocurriendo en Chile es lo que la izquierda populista española se propone hacer aquí cuando afirma que hay que derribar «el régimen del 78». Lo que ellos desean es volver a las andadas y regresar a lo peor de nuestro pasado

Actualizada 01:30

Cuando la izquierda radical trata de desacreditar la Transición conviene observar lo que está ocurriendo en Chile. «No quisimos escucharnos entre quienes pensábamos distinto», se lamentaba su presidente, Gabriel Boric Font, cuando el pasado domingo se conoció el triunfo de las derechas en las elecciones para el Consejo que ha de redactar la nueva Constitución.
Sus palabras son la muestra más clara del callejón sin salida en que se encuentra el país desde que en octubre de 2019 la democracia más próspera y hasta entonces más estable de Iberoamérica viviera un estallido social y revolucionario sin precedentes. Hubo 34 muertos, 3.400 civiles hospitalizados y 2.400 carabineros heridos. Se practicaron más de 8.000 detenciones y los daños superaron los 3.000 millones de dólares.
En 2020 el entonces presidente de la República, Sebastián Piñera, propuso como solución a la crisis un referéndum para saber si los chilenos querían dotarse de una Constitución con la que sustituir a la del general Pinochet, que ya había sido reformada en 60 ocasiones. Solo fue a votar el 50,95 por ciento pero ganó el «sí». Un año después se celebraron elecciones constituyentes, con una participación del 41,10 por ciento, que ganó la izquierda. Los elegidos redactaron un proyecto de Constitución de izquierdas, que en 2022 fue sometido a referéndum, y el «no» obtuvo el 61,82 por ciento. Fue la ocasión perdida de redactar una Constitución de todos.
Boric, nuevo presidente de la República, tuvo que volver a empezar. Los chilenos fueron convocados para elegir a los 50 miembros del Consejo Constitucional, un nuevo órgano constituyente. El pasado día 7 las urnas dieron una mayoría aplastante a la derecha con 33 consejeros y hundieron a la izquierda, que se quedó en 17. Tras el escrutinio, Boric se dirigió a sus vencedores e «invitó al Partido Republicano –el gran vencedor– a no cometer el error que cometimos nosotros».
Ilustración Chile

Lu Tolstova

El Frente Amplio –un Podemos chileno, en el que milita Boric–, el Partido Comunista y Socialismo Democrático son los responsables de este fracaso institucional. Cuando ganaron las elecciones, él estuvo de acuerdo con la elaboración de una Constitución de izquierdas. Cayó en la tentación del sectarismo y no se propuso elaborar una Constitución de todos. Ahora da marcha atrás y pide pacto y entendimiento; lo que aquí llamamos consenso. Y cae en la cuenta de que una Constitución no debe ser nunca el reflejo del programa de un partido, sino una regla de juego con la que todos los partidos puedan participar libremente. Bienvenido al pacto. Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el viejo proverbio. Porque el resultado de aquella estrategia sectaria es hoy un país institucionalmente empantanado, con cuatro votaciones en dos años y medio y un horizonte de incertidumbre. No se puede aventurar lo que el nuevo Consejo Constitucional acuerde en los próximos meses y lo que los chilenos decidan en diciembre, en lo que será la quinta votación en tres años.
Esta zarabanda de inestabilidad es el contrapunto de lo que ocurrió en la España de la Transición, y que recuerdo como ejemplo sin la menor sombra de paternalismo y sin pretender dar lecciones a nadie. Porque el contraste con lo que sucedió entonces en nuestro país pone en valor el inmenso ejemplo de inteligencia política y de patriotismo que dieron el pueblo español y sus dirigentes. Y no viene mal recordárselo ahora a los dirigentes populistas españoles que desde la izquierda radical tratan de desprestigiar y demoler lo que se hizo hace 45 años. A esos sólo hay que ponerles frente al relato de lo que está ocurriendo en Chile, que es un ejemplo a no seguir.
En 1977 acabábamos de salir de una dictadura y teníamos el recuerdo de cuatro guerras civiles y siete Constituciones en poco más de un siglo. Habíamos sido un país pobre y atrasado. Y los españoles miramos hacia atrás sin ira y decidimos no volver a lo peor de nuestro pasado. Todos, desde el Partido Comunista hasta la derecha conservadora, elaboraron una Constitución que fue ratificada en referéndum por el 91,81 por ciento de los votos emitidos. Sustituimos la violencia y la muerte por la palabra y el voto. Y por mucho que les pese a nuestros radicales, la Transición de la dictadura a la democracia sigue siendo un ejemplo para los países que están en el mismo trance que nosotros vivimos entonces. Porque nunca hemos tenido más libertad, más progreso y más protección social.
Lo que está ocurriendo en Chile es lo que la izquierda radical y populista española propone cuando afirma que hay que derribar «el régimen del 78»: nada de pactar unas reglas del juego con el adversario, sino imponer su ideología. Lo que ellos desean es volver a las andadas y arrastrarnos a un terreno de incertidumbre e inestabilidad política que nos podría llevar a lo que está sucediendo en Chile o a algo peor, porque no hay que olvidar cómo las gastamos en nuestro país.
No les vendría mal recordar lo que su correligionario Gabriel Boric está pidiendo hoy al ganador del pasado domingo: «No cometer el error que cometimos nosotros [porque] no quisimos escucharnos entre quienes pensábamos distinto».
A ver si Chile va a querer ser España y España parecerse a Chile.
  • Emilio Contreras es periodista
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