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20 de mayo de 2024

En primera líneaEmilio Contreras

Cambio de época

Todo apunta a que estamos viviendo el comienzo de un tiempo nuevo que rectifique lo que hemos tenido que soportar durante el último lustro. Cuando se abran las urnas lo sabremos

Actualizada 10:03

El 15 de junio de 1977 los españoles votamos en libertad por primera vez en 41 años. Aquellas elecciones marcaron un cambio radical, un cambio de época. En 19 meses habíamos pasado de la dictadura a la democracia en un proceso pacífico insólito en nuestra historia. En las elecciones que se han celebrado desde entonces, los españoles hemos votado para mantener o cambiar el gobierno, según el balance de su gestión o el programa que nos ofrecía la oposición. Pero tras la llegada de Pedro Sánchez al poder se puso en marcha un proceso de cambio radical y de fondo; distinto y en sentido inverso al de 1977, pero también un cambio de época.
Lo más grave del cambio que hemos vivido desde hace cinco años es que nos ha llegado de una forma subrepticia, envuelta en un programa oculto. Nada de lo que se ha hecho desde 2019 ha salido de un programa electoral presentado a los españoles para que pudieran aprobarlo o rechazarlo con su voto. Pero hoy, 23 de julio, estamos votando cuando el velo se ha rasgado, conocemos con claridad el balance del Gobierno de Pedro Sánchez, y sabemos qué hará si gana las elecciones. Esta vez nadie podrá llamarse a engaño.
Sabemos que Sánchez está dispuesto a ceder lo que le pidan los separatistas a cambio de recibir su apoyo para mantenerse en el Gobierno. Hemos visto cómo se han colocado a personas afines en instituciones clave como el Consejo de Estado, el Instituto Nacional de Estadística, la Fiscalía General del Estado o el Tribunal Constitucional. La directora del Centro Nacional de Inteligencia fue destituida con el único objetivo de apartar al CNI del seguimiento de las actividades ilegales de los partidos separatistas, como una exigencia de sus dirigentes. El Congreso de los Diputados ha quedado al margen de un cambio radical en la posición de España en el Sáhara Occidental; y se han aprobado leyes como la de Memoria Democrática, al alimón con Bildu, para remover los odios de una guerra que vivió España hace 87 años.
Ilustración Pedro Sánchez En Primera Línea

Paula Andrade

La consecuencia más grave de estas y otras políticas similares ha sido el enfrentamiento y la crispación sin precedentes en cuarenta años, que empieza a calar en un sector cada vez más amplio de la ciudadanía.
Pero el daño imprevisto de estas políticas también ha afectado al Partido Socialista, que se ha quedado sin debate interno y sometido al caudillismo salido de las primarias. El PSOE vivió durante un siglo serios enfrentamientos internos –entre reformistas y marxistas, las dos almas del partido sobre las que escribió Santos Juliá– hasta que en el Congreso de 1979 se convirtió en un partido socialdemócrata con una sola espina dorsal ideológica. Pero las políticas del actual presidente han comenzado a abrir fisuras. Ahora la división está entre quienes justifican el pacto con populistas, separatistas y Bildu, que quieren acabar con el orden constitucional, y los que proponen acuerdos de estabilidad con la fuerzas políticas que lo defienden. Esta división podría actuar como un boomerang lanzado por el presidente que se volvería contra el PSOE, con el riesgo de volver a las andadas de los enfrentamientos internos.
Todo apunta a que estaríamos viviendo el comienzo de otro cambio de época que reconstruya lo que se ha desarbolado en el último lustro. Habrá que recuperar una parte del andamiaje institucional porque se han modificado las leyes para beneficiar a los aliados; no hay que olvidar que el principio básico del Estado de derecho es la igualdad de la ley para todos. Y porque las leyes deben favorecer la convivencia, y no el enfrentamiento.
Habrá que elegir a los mejores para ocupar las altas instituciones judiciales y consultivas del Estado, y no entregarlas a quienes tienen como mérito máximo el apoyo incondicional al gobierno que los ha nombrado.
En una democracia parlamentaria como la nuestra es indispensable que el Congreso de los Diputados recupere sus funciones y no se eluda su control, como ha ocurrido con el cambio radical de la política española sobre el Sahara, o con el abuso de los decretos-ley, 140 en cinco años, en los que ese control se ha reducido a su mínima expresión.
Hoy podríamos estar abriendo un tiempo nuevo en el que recuperar el acuerdo, el pacto y la reconciliación que hicieron posible la Transición, la democracia y la convivencia sin tensiones entre los españoles. Lo que hay que reconstruir es la concordia como base de la acción política. Hay que volver a la libertad sin ira. Ese fue el logro más importante de los años de la Transición. Veníamos de un siglo y medio de guerras civiles e inestabilidad institucional, y decidimos montar un sistema basado en la reconciliación y el pacto, que ha dado los cuarenta años de más prosperidad y democracia de nuestra historia. Los enfrentamientos habituales en la lucha política siempre tuvieron como límite evitar que volviéramos a lo peor de nuestro pasado. Y ese límite saltó por los aires cuando entraron en el gobierno o lo apoyaron quienes quieren destruir el sistema o la unidad de la nación. Habrá que recuperar la concordia y volver a lo mejor de nuestro pasado. Y eso es lo que podría salir hoy de las urnas.
El 10 de noviembre de 2019 los españoles no sabíamos que estábamos a las puertas de un cambio radical. Hoy, día de las elecciones, sí lo sabemos.
  • Emilio Contreras es periodista
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