China despertó tarde pero despertó
El país al que Occidente miraba con desdén acaba de poner en cuestión la primacía de EE.UU. en IA. Ahora se propone conseguir la fusión nuclear, el santo grial de la energía. Lo que parecía solo un bazar esconde un inquietante vivero de tecnología punta
Durante decenios fueron muchos los que vieron el crecimiento de China con desdén porque lo asociaban a la fabricación de productos baratos y de baja calidad. La veían como el taller de Occidente. Pero esa mirada condescendiente y confiada ha resultado tener consecuencias aún más graves que la ceguera.

El 27 de enero, DeepSeek, una empresa china casi desconocida, anunció un método revolucionario de inteligencia artificial que con unos recursos enormemente más bajos consigue lo mismo que Nvidia, el gigante americano de IA. En unas horas el valor de esta compañía se hundió en casi 600.000 millones de dólares en Wall Street. Aunque luego se ha recuperado, esa caída sin precedentes en la historia de la Bolsa fue todo un símbolo de hasta qué punto quedó noqueada la clase dirigente americana. Ese día fue consciente de que el país al que durante años miró con desdén acababa de poner en cuestión nada menos que la primacía mundial de Estados Unidos en una actividad clave para el liderazgo económico y militar.
Pero el pasmo por lo que ocurrió el 27 de enero fue aún mayor cuando supimos que buena parte del éxito de la empresa china se debió a que los productos de IA desarrollados por los ingenieros de las grandes compañías americanas son gratuitos. Es difícil encontrar un ejemplo mayor de arrogancia y ceguera.
La empresa TSMC de Taiwán, país que China reclama como parte de su territorio y sobre el que ejerce una fuerte presión militar con la amenaza de invasión, es el mayor fabricante de chips del mundo, que son claves para la industria informática. El talón de Aquiles de la industria occidental está a cinco minutos de los misiles chinos.
Las empresas americanas Facebook e Instagram son las dos primeras en el dominio de las redes sociales, pero la compañía china TikTok es la tercera y les pisa los talones. Que China acabe controlando la más importante red de comunicación social es un riesgo cercano que no hay que descartar.
Durante años hemos creído que los jóvenes chinos sólo se formaban en las universidades americanas, donde aprendían las más altas tecnologías. Muchos pensaban que el día que los Estados Unidos cerraran el grifo de la enseñanza se secaría el caudal de formación y conocimiento de los profesionales chinos. Pero el 27 de enero también supimos que quien dirige DeepSeek es Liang Wenfeng —el Elon Musk chino que no da saltos en los escenarios—, un hombre de 40 años que se formó en la universidad de Zhejiang, Hangzhou, centro puntero donde también estudió Jack Ma, el fundador de Ali Baba. China ya dispone de centros formativos sin necesidad de recurrir a las universidades americanas.
Y unos días antes del 27 de enero, la República Popular anunció la fabricación de Tokamak, el reactor de fusión nuclear que aspira a ser un sol artificial generador de energía limpia.
A la amenaza china a la más alta tecnología informática y a la IA, hay que añadir la amenaza militar. El presupuesto anual de sus Fuerzas Armadas, con 2,5 millones de hombres, es de 300.000 millones de dólares. Y hace unos días el Financial Times informó que Pekin está construyendo una sede para el ministerio de Defensa diez veces más grande que el Pentágono; será el mayor centro de mando militar del mundo.
China estuvo ensimismada durante 22 siglos en su supuesto poderío como «imperio del centro». Inventó la pólvora y la brújula pero careció del sentido práctico del mundo occidental para convertirlas en instrumento de poder y progreso. Fue Europa la que hizo de la pólvora un arma y la que utilizó la brújula para emprender grandes descubrimientos y crear inmensos imperios.
Pero hace casi cincuenta años Deng Xiaoping propició el mayor cambio económico en la historia de su país. Importó parte del modelo de Lee Kuan Yew en Singapur, que hizo compatible el sistema capitalista occidental con una dictadura. Lo hizo con éxito y con una dureza implacable, que demostró en junio de 1989 con la matanza de miles de estudiantes que pedían libertad en la plaza de Tiananmen.
Pero China debe ver también las señales de alarma que desde hace años advierten que se ha acabado la fiesta del crecimiento económico espectacular. Ya en 2016 el PIB creció el 6,6%, el más bajo en casi tres décadas. Y el año 2024 ha sido el 5%, insuficiente para absorber los millones de jóvenes que cada año se incorporan al mercado laboral: el año pasado terminaron sus estudios universitarios 11,79 millones de estudiantes y el desempleo juvenil ronda el 21%, el doble que antes de la epidemia.
Napoleón advirtió de la amenaza china con su célebre frase «Cuando China despierte…» China ha despertado dos siglos más tarde y en Estados Unidos las alarmas sonaron el 27 de enero.
- Emilio Contreras es periodista